Miley pagó el taxi a toda prisa y corrió escaleras arriba hasta
el piso que compartía con Selena. ¿Las habían robado? ¿Había tenido un
accidente alguien de la familia? O, lo que era peor, ¿le habría pasado algo a Liam?
La imaginación no le había dejado de funcionar a toda velocidad desde que
recibió la llamada de Selena, su prima, en el trabajo.
-La señorita Dalton ha dicho que vaya inmediatamente, que es
muy urgente -le había dicho la chica de la centralita-. Espero que no sean
malas noticias, señorita Lacey. Ni siquiera esperó a que le pasara la llamada.
Mientras se iba acercando al piso le llegó la música del
último álbum de Phil Collins a todo volumen. Abrió la puerta. Un sólo zapato
color azul eléctrico estaba abandonado como un signo de interrogación en medio
de la moqueta del salón.
-¿Selena?
Pero nadie respondió. La puerta del dormitorio estaba
entornada y la abrió.
-¿Selena?
Entonces fue cuando vio a la pareja semidesnuda que retozaba
en la cama deshecha.
-¿Miley? -exclamó su prima incorporándose con los ojos llenos
de horror.
En medio de la retirada, Miley se quedó helada. Su atención se
quedó fija en la cabeza masculina despeinada que se apoyaba en las almohadas.
Cuando lo reconoció fue como si recibiera un puñetazo en el estómago y el
corazón le dejara de latir.
-¡Oh, Cielos...! -gimió Liam al tiempo que trataba de
arreglarse la ropa y salía de la cama.
Selena estaba tratando de hacer lo mismo frenéticamente.
-¿Por qué no estás en el trabajo? -gritó.
-Llamaste... dejaste un mensaje diciendo que viniera a casa
-logró decir Miley con voz entrecortada.
-¿Qué yo te llamé? ¿Estás loca? Si te llamó alguien, puedes
estar muy segura de que no fui yo!
-¡Eres una cerda, Selena! -exclamó Liam-. Me has metido en esto
deliberadamente.
-¡No seas estúpido! -siseó Selena.
Pero entonces miró maliciosamente a Miley, que estaba
retrocediendo para apoyarse en algo antes de que le fallaran las piernas.
-Pero yo ya te advertí que Liam era mío, ¿no?
-No... -fue a decir Liam, pero se interrumpió cuando se
encontró con la mirada de dolor de Miley.
Fue a acercarse a ella con los brazos extendidos.
-Esto no ha pasado nunca antes, Miley. ¡Te lo juro!
Miley se dio la vuelta y salió corriendo de allí. Casi se cayó
en los últimos escalones. Las frenéticas llamadas de Liam le llegaban desde
arriba. Una vez abajo se apoyó en una pared y trató de tranquilizar la alterada
respiración.
Selena y Liam. Liam y Selena. Miró como atontada el anillo
de compromiso que llevaba en el dedo y se le revolvió el estómago. A seis
semanas de la boda... su prima y su novio. Era como si, de repente, el mundo se
hubiera puesto cabeza abajo y ella estuviera cayendo libremente. Estaba tan
afectada que no podía ni pensar. Pero entonces recordó algunas conversaciones
del pasado reciente.
-Liam te elige como elige sus camisas... ¡Tienes que tener
buen aspecto en las cenas de la compañía! -le había dicho Selena-. Hace tres
años, si yo hubiera levantado el dedo meñique, Liam habría venido corriendo.
Realmente estaba loco por mí -le había dicho su prima también, saboreando las
palabras.
Una vez fuera del edificio se vio en el escaparate de una
tienda. Era una chica con el cabello castallo oscuro y que llevaba un traje de
chaqueta azul marino. No era competencia para una morena que, en su
momento, hasta había salido en la portada de Vogue. Se sintió como si se
estuviera muriendo. No supo qué hacer, a dónde ir.
Un autobús se acercó a la parada que había a algunos metros y
ella empezó a correr. Se fijó de pasada en un hombre que salía de una puerta
cercana y él giró la cabeza tan de repente que la hizo preguntarse si realmente
tendría tan mal aspecto como se sentía. No se dio cuenta de que el hombre la
siguió con disimulo y se subió al mismo autobús.
-¿Es necesario que Selena sea Dama de honor? Mi madre no la
soporta -le había dicho Liam en su momento-. Lo cierto es que ninguna chica
decente se desnuda por dinero.
Con el mismo hombre siguiéndole los pasos sin que ella se
diera cuenta, Miley entró en el impresionante cuartel general en Londres de Miller Industries. Cuando la recepcionista del penúltimo piso la saludó, Miley no la oyó. Era como si se estuviera moviendo con el piloto automático puesto.
Entró en el espacioso despacho que compartía con Pete Hunningford. Estaba
vacío. La esposa de Pete se había puesto de parto a media mañana.
El teléfono estaba sonando furiosamente, así que se sentó y
contestó.
-Soy Tasmin Laslo. Quiero hablar con Nick -dijo una voz
femenina.
-El señor Jonas está reunido. Lo siento.
¿Quiere que...?
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