sábado, 11 de febrero de 2012

El Regreso cap 4

Hola pss les degare un capitulo megaaaaa largo xq celebro q hace un añoo descubri las novelas Niley que me mega traumaroon y no puedo degar d leerlas y solo de esta linda pareja unq los 2 sean felices con sus respectivas parejas y despues descubri el foringo enfin disfruten ;) .
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Nick dejó que corriera hacia él. Se paró a unos diez metros del helicóptero y se quedó es­perándola. Más tarde lo recordó y se preguntó por qué, pero, en aquellos momentos, no podía ni pensar. Sus ruegos habían sido escuchados, ya no temía nada. 'Miley se abrazó a aquel ser, con el corazón a tanta velocidad que creyó que se le iba a salir. Del pecho cuando él la abrazó.
-¿Me has echado de menos, cara? -le pre­guntó envolviéndola en sus palabras y haciendo que no existiera más que él.
Miley tenía la cara pegada con fuerza a su pe­cho. Olía tan bien, tan familiar, aspiró su olor como si fuera oxígeno.
-No bromees, por favor, no bromees... -so­llozó Miley aferrándose a él con ambas manos.

Nick se quedó un par de minutos sin moverse, simplemente abrazándola. Miley se dio cuenta de que estaban en un lugar público y recobró la compostura.
-¿Estás bien? -preguntó él amablemente. Miley respiró con dificultad y levantó la cara. -Te quiero tanto.
No había pensado en decirle aquello, pero las palabras salieron de su boca de la forma más na­tural del mundo. Se encontró con sus ojos, tan oscuros que parecían negros. Insondables. Un pequeño espasmo de miedo la tensó el cuerpo.
De repente, se dio cuenta de lo rígido que estaba él, del control que tenía sobre su cuerpo.
-A pesar de todo el tiempo que ha pasado, parece que no tienes dudas. Debo de ser el hom­bre más afortunado del universo, cara -dijo Nick con un tono brusco al tiempo que los ojos le brillaban. Se agachó y agarró la bolsa que había dejado en el suelo-. Vamos a quitar­nos de encima al comité de bienvenida.
Agarrándola de los hombros, anduvieron hasta donde estaban los demás. Miley seguía­ temblando y la cabeza le daba vueltas. No podía concentrarse en lo que acababa de decir ni en su reacción. Le costaba tanto pensar como poner un pie delante del otro para andar. De alguna forma, en su subconsciente, se había dado cuenta de que había algo en él que había cam­biado, pero no sabía qué.  NICK siempre había sido una persona con mucho control, de la que era muy difícil saber qué estaba pensando. Mantenía el lado volátil y expresivo de su he­rencia italiana guardado bajo llave. Excepto en la cama.
Aquel recuerdo hizo que se sonrojara. ¿El hombre más afortunado del universo? No, desde luego, no en la cama, teniendo una mujer a la que una vez le había dicho que era la mayor mojigata del mundo. Sí, tenía razón, era un completo. Fraude en ese aspecto. La culpa la te­nían su educación y sus prejuicios, pero, sobre todo, la insatisfacción de Nick. Cuanto más se desesperaba él, peor iba la situación. Al darse cuenta de que todo lo que hiciera o lo que dejara de hacer en el terreno sexual iba a ser mirado con lupa, Miley se había mostrado reacia a man­tener relaciones y él se había dado cuenta. El placer que él le daba tenía un precio para su dig­nidad demasiado alto.
Pero cuando NICK desapareció, cuando tuvo que enfrentarse a la posibilidad de que estu­viera muerto y de que nunca volviera, ¡entonces sí que se arrepintió por no haberse dejado llevar! Al echar la vista atrás, sus prejuicios comenzaron a parecerle patéticos y egoístas. Se mordió el la­bio inferior e intentó enterarse de qué estaba ha­blando Nick con los policías. Al ver una li­musina plateada, frunció el ceño sorprendida. .
-El coche ya ha llegado. No me apetece de­morarme más -dijo Nick sin disimulos, algo que nunca había visto en él.
-¿Le puedo preguntar dónde se dirige, señor Jonas? -preguntó Rodney Russell.
-A casa, ¿dónde iba a ir? -¿A casa? Por Dios, ¿es que pretendía que fueran a directos a Lon­dres a encontrarse con su familia? ¿Tal vez ha­bría alguna celebración en la que ella sería una extraña?-. ¿Dónde vivimos ahora? Será mejor que le indiques tú al conductor.
MILEY sintió que su nivel de pánico descendía un poco. Claro, él sabía que ella ya no vivía en la gran casa que los Jonas que tenían en Lon­dres. Siguiendo sus instrucciones, se montó en el asiento trasero del coche y volvió a sentir de repente, un gran pánico. No había pensado nada más que en el momento de verlo, no en qué iba a pasar después. Se sentía como si fuera en una canoa, sin remos, y derecha a los rápidos.
-A mí también se me hace raro. No te preo­cupes, cara -la tranquilizó Nick posando su enorme mano sobre sus delicados dedos-o Hoy no va a haber explicaciones interminables. He vuelto ileso es lo único que importa ahora mismo.
Miley lo miró fijamente. No le pareció el me­jor momento para fijarse en lo tremendamente guapo que seguía siendo. Sus rasgos clásicos, su cara angulosa, la sensual curva de su boca, perfectamente modelada. Nick era impre­sionantemente guapo, pero, a diferencia de mu­chos otros guapos, era, además, muy masculino. Los sentidos de Miley, hambrientos de él, esta­ban empezando a reaccionar. La invadió aquella vieja culpa al sentir aquel calor en la tripa, la pesadez de sus pechos bajo la ropa. Pensó cuán inapropiadas eran aquellas reacciones físicas ante el hombre que la había rechazado cuando ella había intentado volver a la cama marital. No, definitivamente, no creía que la fuera a ne­cesitar en ese aspecto, se recordó mortificada por su estúpida susceptibilidad.
Una vez controlados sus impulsos, se fijó más atentamente en él. Su cara revelaba cam­bios. Tenía los pómulos más marcados, estaba pálido y sus ojos reflejaban un gran cansancio. Seguramente no habría pegado ojo en el vuelo hacia Inglaterra contándoles co­sas a sus familiares. En realidad, parecía como si no hubiera dormido en una semana.
Había algo en aquella cara que Miley no ha­bía visto antes. Algo duro, marcado en él, en aquella cara, como si fuera de hierro. Aquella soltura suya había sido reemplazada por la frial­dad que había empleado, por ejemplo, con el comité de bienvenida. No había ocultado que se quería ir a casa. Su acento también había cam­biado. Cinco años hablando español y solo es­pañol habían alterado su forma de hablar. Era un hombre muy inteligente. No había llegado a ser presidente del Banco Jonas por herencia, como su padre y todos sus antepasados. Había llegado al puesto a los veintiocho años, simple­mente, porque era brillante.
El silencio se cargó con una intensidad que Miley no entendía. Se miraron a los ojos. Los ojos de Nick ardían como llamas. De re­pente, le puso la otra mano en el pelo y la besó en la boca.
Fue algo sorprendentemente sensual e ines­perado. Miley, que creía que su marido la encon­traba igual de atrayente físicamente que una ba­ñera llena de hielo, se sorprendió mucho. El erotismo con que su lengua buscaba en la cali­dez de su boca hizo que ella se agitara hasta lo más profundo y sintiera una gran excitación que la hizo gemir.
Al instante, Nick la soltó, acalorado, la miró rápidamente y bajo los ojos.
-Mi dispiace... Lo siento, no sé qué me ha pasado se disculpó.
Miley tampoco, pero no se arrepentía. Tenía el corazón como si hubiera estado corriendo. Su cuerpo estaba tenso y expectante; había pasado tanto tiempo sin que nadie la tocara íntima­mente... Se sintió avergonzada porque era obvio que. Él se arrepentía de haberla besado. Bajó la mirada y decidió estudiar sus manos, que se­guían agarradas. Intentó dilucidar qué habría llevado a Nick a actuar así, pero no era fá­cil. Siempre la había confundido.
-¿Te he hecho daño? -le preguntó apretán­dole la mano.
-No... -contestó ella. «Bésame siempre que quieras», le entraron ganas de decirle. Se lo ha­bría dicho si hubiera creído que le gustaría oír semejante invitación, pero no tuvo valor. Cinco años antes, a la desesperada para salvar su ma­trimonio, lo había hecho y había fracasado irre­mediablemente. Poco antes de Su viaje a Mon­tavia, Nick la había rechazado.. Había dicho que no ante su cuerpo. Peor, había dicho que no con aquel sarcasmo suyo que la hería en lo más profundo. .
En silencio, Miley puso su otra mano sobre la de Nick, la acarició y percibió que estaba áspera, no como antes. Sorprendida, pasó sus . Dedos por los nudillos destrozados de él, tenía las uñas rotas. Le miró las palmas. Eran las ma­nos de un hombre acostumbrado al trabajo duro.
  -Todo un reto para la manicura –comentó          Nick.
  -Pero... pero, ¿cómo?
  -Me pasé tres años en una cantera en la que no había maquinaria...
-¿ Una cantera? -repitió ella apretando la mano de Nick entre las suyas en señal de protec­ción. ¿NIck trabajando en una cantera?
-Tras el primer año, el gobierno militar deci­dió que todos los prisioneros rebeldes fueran presos políticos. Fue un movimiento muy inteli­gente. Si tienes en cuenta que encerraron a un cuarto de la población masculina del país y este es tan pobre que no puedes darlos de comer, no tienes más remedio que conceder la amnistía explicó Nick Debes ponerlos a trabajar rápidamente para que no sean una carga para la economía.
-Una cantera... -repitió Miley sin poder cre­érselo-. Tus pobres manos... tenías unas manos tan bonitas...
-Dio mio... ¡menos mal que podía trabajar! ¿Manos bonitas? -dijo él en tono burlón-o ¿Qué pasa? ¿Soy modelo o algo así?
  Miley cerró los ojos y, nublada la vista por las lágrimas, le besó los dedos. El silencio que siguió a su gesto fue tremendo.
  . . Nick retiró la mano. Miley levantó la cara y se encontró con unos ojos negros sorprendi­dos  Sintió que la cara le ardía.
  -¿Qué te pasa? -preguntó Nick enfadado.
  -Lo... lo siento -murmuró ella deseando que la tierra se la tragara. Se sentía estúpida.
  -No... ¡no te disculpes por el único afecto espontáneo que me has demostrado en la vida - le pidió mirándola intensamente.
  -Eso no es cierto -susurró defendiéndose de aquella acusación.
  Pero Nick no volvió a hablar del tema.
  Miró por la ventana y frunció el ceño al ver las calles por las que iba la limusina.
-¿Dónde diablos vamos?
-A mi piso. Está a las afueras...
-¿ Te fuiste de nuestra casa para alquilar un piso en la ciudad? -preguntó Nick atónito-. ¡Creí que te habrías ido a Norfolk, a una casa de campo!
-No fue tan sencillo, Nick. Para empe­zar no tenía dinero para comprarme una casa y luego, ¿de qué iba a vivir? ¿Del aire? -contestó Miley a la defensiva El banco siguió operando tras tu desaparición, pero todas tus cuentas fue­ron congeladas no podía tocar tu dinero..
-Eso lo sé -la atajó-, pero ¿mi hermano no te ayudó?
Era sorprendente lo poco que, habían tardado en llegar al meollo de la cuestión. La dura reali­dad era que la familia la había dado de lado, pero Nick no lo creería porque él adoraba a los suyos. Tendría que contarle aquellas noti­cias, tendría que decirle por qué la situación se había puesto tan fea que ella no había aguan­tado viviendo bajo el mismo techo. .
-No, no estoy diciendo eso - contestó sin mi­rarlo a los ojos, intentando ganar tiempo para inventar una explicación creíble - Me pareció que había llegado el momento de que me fuera y me las apañara yo sola...
-¿Solo cuatro meses después? ¡No te costó mucho perder la esperanza de que volviera – condenó Nick. Se volvió a hacer el silen­cio-. Olvida que he dicho eso. Ha sido muy cruel e injusto. Joe me confesó que él me creyó muerto al cumplirse un mes y, además, tú nunca llegaste a llevarte con mi familia como yo hubiera deseado. Mi desaparición os alejó en vez de unirlos...
-Nick -interrumpió Miley.
-No, no digas nada. No acepté las excusas de Joe y no voy a aceptar las tuyas. ¡Que mi hermano fuera a Brasil sin mi mujer me hirió como no te puedes imaginar! -admitió él apre­tando las mandíbulas - Me ha quedado claro lo alejados que estáis... .
-Sí, pero...
-Estoy. Muy decepcionado con esta situa­ción, pero no me apetece hablar ahora de ello -interrumpió Nick con la misma decisión que en el pasado cuando algo lo molestaba. Nick iba a contestarle, pero decidió que era mejor que siguiera pensando que había sido así. Lo malo era que, algún día, tendría que contarle la verdad. Al pensar aquello, tragó saliva con fuerza.      .
La limusina estaba enfilando la calle en la que se encontraba el edificio en el que trabajaba y vivía. Nick inspeccionó la calle, una calle normal y corriente con casas y tiendas, y enarcó las cejas.
-Tal vez no sea a lo que estás acostumbrado, pero no está tan mal como parece -  dijo ella apresurándose a salir del coche. Se paró al oír a Nick hablar con el conductor en italiano. El vehículo dio la vuelta y se fue.
Era imposible que Nick la asociara con el apellido James que estaba escrito junto a «Arreglos». Miley pasó de largo y subió las es­caleras. Abrió la puerta del piso y Nick en­tró. Con una sola mirada vio todo lo que había que ver. El salón y las tres puertas, que daban al baño, la cocina y el dormitorio.
-¡No' me puedo creer que te fueras de nuestra casa para vivir así!
-Te agradecería que dejaras de referirte a la casa de la ciudad como nuestra casa. Puede que fuera tuya, pero yo nunca la sentí como mía -contestó Miley sorprendiéndose a sí misma y a él con aquella afirmación.
-¿ Qué quieres decir?
-Vivir en la casa de la ciudad era como vivir en una comuna.
-¿Una comuna?
-Sí, la forma de vida a la italiana. Aunque la casa sea enorme, nunca hay un rincón que pue­das decir que es tuyo -continuó Miley.
-No sabía que te sintieras así viviendo con mi familia -contestó él dejando ver lo ultrajado que se sentía. Miley juntó las manos, que le tembla­ban. Sintió deseos de gritarle que había sido ob­vio que la falta de intimidad había contribuido a sus problemas-. No creo que sea necesario que te recuerde que la casa de tus padres era como una madriguera. Seguro que allí sí que era impo­sible encontrar un solo rincón que pudieras decir que fuese tuyo concluyó con crueldad. .
Era una locura estar discutiendo sobre aque­llo en esos momentos. Lo sabía, pero que le re­cordara que procedían de clases sociales dife­rentes la había herido y no se iba a quedar sin contestarle.
-Así que piensas que nuestro matrimonio fue como La dama y el vagabundo, pero al revés, ¿no? ¡Supongo que debería estarte agradecida por vivir en una casa que era de dos mujeres . Más!
-¿De quiénes? .
-De Ashly, la mujer de tu hermano, y de Demi -contestó ella apretando los puños  -Era su casa mucho antes de que yo llegara...
-No me puedo creer que estemos teniendo esta absurda discusión.
-Ni siquiera pude redecorar mi habitación por miedo a ofender a alguien... ¿y te crees que me gustaba vivir así? Siempre con invitados a la hora de comer, siempre teniendo que mostrarme educada, sin tiempo para relajarme, sin ningún sitio para estar a solas contigo que no fuera nuestro dormitorio...
-Y tú siempre procurabas que no coincidié­ramos mucho allí -le espetó Nick-. Prefe­rías quedarte dormida en el salón que subir a la habitación. Me di por aludido.
Miley se quedó pálida. El rencor se desvane­ció rápidamente. Se sintió avergonzada por haber sacado un tema tan trivial comparado con todo lo que tenía que haber soportado él desde entonces. Se dio la vuelta y se fue a la cocina.
-Querrás un café, supongo -susurró. Puso la cafetera al fuego con manos temblorosas ¿ Quieres algo de comer?
-No, gracias. Joe estuvo pendiente de mí, como mamá gallina, y estuve todo el viaje desde Brasil comiendo.
Lo tenía detrás, en el quicio de la puerta y la estaba poniendo nerviosa. Alto, tan guapo. Había vuelto, estaba en su casa. Cómo lo había querido, lo había querido de verdad. No era justo que le echara en cara lo que había ocurrido hacía cinco años. Él la había dejado en una casa de veinticinco habitaciones con perso­nal de servicio por todas partes. Él había creído que su hermano se haría cargo de ella. Por eso estaba tan sorprendido, incluso molesto, al ver que vivía en un diminuto piso, sobreviviendo con un presupuesto que a su hermana no le ha­bría dado ni para. comprarse los zapatos de la semana.
-No me di cuenta de que no te gustaba vivir con mi familia... Nunca me lo planteé -admitió Nick.
-No pasa nada... No sé por qué lo he dicho -se disculpó ella-o Ahora, ya no importa...
-No, no es así. Me quedaré aquí esta noche, pero... -¡Dios mío, la iba a dejar otra vez! Le había bastado un rato para volverlo loco, para alejarlo. Sintió un terrible frío-. Ahora necesito más espacio, ¿de acuerdo?
-Sí -murmuró ella tan bajo que - casi se hizo inaudible con el ruido de la cafetera. ¿Espacio? -Espacio para él y libertad, lo que el consejero del ministerio había intentando explicarle. Lo que quería era alejarse de ella, quería escapar de ella y no hacía más que una hora que había vuelto. Sintió como si la casa se le cayera en­cima y no la dejara respirar.
-Tengo miles de reuniones -le comentó Nick-. Tengo que tratar asuntos legales, dar rueda de prensa, encargarme del banco, no puedo quedarme aquí, tengo que estar en Lon­dres.
No tenía ninguna intención de quedarse. Solo había sido una visita de cortesía. El piloto auto­mático con el que estaba funcionando y con el que estaba sirviendo el café, le falló. No se dio cuenta de que la taza que estaba sirviendo es­taba llena y el café se estaba saliendo.
-¡Porca miseria! -exclamó Nick aga­rrándola de los hombros y alejándola de la enci­mera desde la que empezaba a caer el reguero de café ardiendo-. ¡Casi te abrasas! Siéntate, ya - lo hago yo. "Me parece que sigues conmocionada.
Una vez en el salón, Miley se dio la vuelta y vio a Nick fregando el suelo de la cocina.
-No es real... estás fregando, estás aquí...            -murmuró. ­
-Estás pálida como el mármol, cara. Siéntate -contestó él. Se sentó porque tenía miedo de desmayarse. Nick le llevó una taza de café. Era el mismo Nick que antes hacía sonar una campanita cuando quería café o cualquier otra cosa. Annabel habría vuelto con él con que Nick hubiera chasqueado los dedos In­cluso una vez casado! Intentó controlar sus pen­samientos y mantener la compostura-o
Estás empezando a reaccionar... -dijo él tumbándola en el sofá y tapándola con una manta que había en una de las butacas. Le apartó el pelo de la cara y le habló en tono de culpa-o Siempre fui un maldito egoísta.
Mientras estuvieron juntos, él nunca se había mostrado ni había hablado así. Miley estaba ano­nadada. Se sentía culpable. ¿Se sentía culpable por herida? Ella se había hecho el lío nada más verlo. Le había soltado que lo quería. ¿Dónde había ido a parar su orgullo? Cinco años de un matrimonio que él sabía que había sido un error! Ni siquiera sabía por qué le concedía aquellas horas. La iba a dejar amablemente, se moría por volver a su vida. Volver al banco, con su fami­lia.
-He tenido mucho tiempo para pensar en nuestro matrimonio -comenzó Nick. . .
  -Lo sé... -cerró los ojos con la esperanza de que se callara. No quería oírlo. Temía ponerse a llorar.
-Fui cruel... -Miley levantó el mentón y le dio la espalda. Tantas emociones estaban a punto de hacer que se derrumbara. Se metió el puño en la boca para no decir nada- Quise con­vertirte en algo que tú no podías ser... sensual, atrevida, lasciva, seductora. -Eso era lo que a él le hubiera gustado, pero no lo había con se­guido. Una mujer que lo sorprendiera con con­juntos de lencería de seda y que quisiera hacer el amor en distintos sitios, no solo en la cama y con la luz apagada. Una mujer que tuviera un papel más activo, que no se limitara a quedarse tumbada. Una mujer que le demostrara que lo deseaba- Me hice falsas esperanzas – admitió - No estaba acostumbrado a que me dijeran que no... -pues lo oyó mucho, tanto antes como des­pués de la boda. ¿Tanto le habría costado des­nudarse para él o dejarlo que la desnudara aun­que solo hubiera sido una vez? ¿No podría haberle dicho que sí aquella vez en el coche cuando comenzó a besarla tras volver de un largo viaje?-. Lo que quiero decir es que fue un error por mi parte concederle tanta importancia al sexo. ¿Te importaría decir algo? -murmuró Nick.
-No tengo nada que decir -susurró Miley de espaldas a él dejando que las lágrimas le resba­laran por las mejillas.
Miley intentó no explotar, se encontraba como una botella de refresco con gas a punto de estallar. Se había vuelto a equivocar. Nick quería que le hablara, pero ¿qué demonios que­ría que le dijera? Todo lo que le acababa de de­cir solo significaba una cosa: quería el divorcio, de manera civilizada, eso sí. Un divorcio en el que las culpas fueran compartidas, en que. Na­die se echara las cosas en cara. Por eso estaba suavizando el, pasado, intentando cambiado. ¿Por qué, si no, iba a haber dicho que no debe­ría haberle dado tanta importancia al sexo?
¿No era acaso la satisfacción sexual un tema muy importante para la mayoría de los hom­bres? Y para un hombre como Nick era algo que se daba por hecho. Tras muchos años sintiéndose perseguido, halagado y honrado por todas las mujeres que se le habían puesto en el camino, Nick había asumido que se casaría con una mujer sensual. Le había quedado claro por qué había acabado pidiéndole a alguien como ella que se casara con él Se le encogió el estómago. Se sentía despechado por Annabel, estaba acostumbrado a ganar siempre y, al de­cirle Miley que no, se sintió retado.
- Tengo  que hacer un par de llamadas –dijo Nick.
-Lo siento, yo...
-¡No! -cortó Nick enfadado-. No quiero oírte pedir perdón continuamente. Tú no eras Así cuando te casaste conmigo. ¡Yo te hice así comportándome como un bestia!
Miley, muy sorprendida ante semejante decla­ración, abrió los ojos y se giró, pero lo único que alcanzó a ver ya fue la puerta que se ce­rraba. ¿Un bestia? ¿Así era como se sentía Nick por culpa suya, por no haber sabido ha­blar con él, por no haber estado a la altura que él. esperaba? Aquella idea aumentó su dolor e hizo que se volviera a zambullir en los recuer­dos del pasado...
Sus padres se habían casado mayores y ella había sido hija única. Su padre era guardabos­ques en una remota finca de Escocia. Uno de los primeros recuerdos que tenía era el ruido de la máquina de coser de su madre. Había resultado ser una buena costurera y ello había venido muy bien para tener unos ingresos extras. En aquella casa se trabajaba mucho y se hablaba poco. Los sentimientos se-mantenían para uno mismo y las. Demostraciones de afecto no eran frecuentes.
Cuando Miley terminó la universidad, con el título de maestra debajo del brazo, su madre ha­bía muerto y su padre le pidió que volviera a casa. La profesora de la minúscula escuela local fue madre y Miley la reemplazó durante la baja maternal. Con los años, Falcarragh había cam­biado mucho. Había pasado a manos privadas y lo administraban como una inversión más un equipo de ejecutivos desde Londres. Rara vez pasaban por allí, pero se les daba muy bien re­cortar gastos.
Aunque para entonces ya contaba veintiún años, el amor no había aparecido en la vida de Miley. El hijo del encargado de la finca, Mark Anstey, su compañero de juegos infantiles, se­guía siendo su mejor amigo. Cuando eran ado­lescentes, había creído que le gustaba, pero, se dio cuenta de que no era así al no poder imagi­narse besándolo. Mark era más como el her­mano que nunca había tenido.
Nick apareció en su vida aquel mismo invierno. Su coche se había salido de la carre­tera en mitad de la nieve. Su padre estaba fuera, con un tío suyo que estaba enfermo, Debido al mal tiempo, la escuela había cerrado antes. Cuando oyó ladrar a los perros, Miley se sobre­saltó ya que cualquier persona en sus cabales no saldría de casa con aquella tormenta.
Al abrir la puerta, se quedó mirando a aquel hombre tan alto con abrigo negro y se sintió in­timidada.
-Mi dispiace -dijo él frunciendo el ceño-.Necesito... necesito un teléfono.
Al darse cuenta de que aquel hombre estaba rojo de fiebre y parecía confundido, además de helado, Miley no tuvo miedo.
-Pase inmediatamente... -contestó agarrán­dolo. de un brazo. pensando. que si se caía no. iba a poder con él.
Lo guió hasta la chimenea.
  -Un teléfono             per favore -repitió con una voz muy bonita.       .
En lugar de dárselo., Miley le quitó el pesado. abrigo. que llevaba y lo. obligó a soltar la bolsa de viaje que llevaba agarrada como. si le fuera la vida en ello.. Al ver que llevaba traje de cha­queta, se apresuró a soltarle la corbata para que estuviera más cómodo.. Nick. se quedó ca­llado., completamente sorprendido..
 -¿Signóra?
  -Debe querer usted suicidarse -contestó ella -¿Cómo. se viste así con este tiempo.? .
Miley agarró una manta y se la puso., no. sin esfuerzo., por los hombros. Le puso. una mano. en el pecho. para que se sentara en la butaca que tenía detrás.     .
  -¿Pequeño ángel? -dijo. mirándola. fasci­nado., sus ojos negros posándose en sus delica­dos rasgos y sus dedos helados agarrándola la mano-. No lleva alianza... ¿soltera?
  -Siéntese -contestó ella apresurándose a qui­tar la mano..
  Él se dejó caer en la butaca, pero siguió mi­rándola fijamente.
  Miley le puso bien la manta y le quitó los za­patos y los calcetines todo lo rápido que pudo..
-¿Cómo se llama?
-Nickolas...
Lo miró por primera vez desde que había en­trado. Aunque estuviera empapado, aquel hom­bre era impresionantemente guapo, tenía una cara angulosa y unos ojos increíbles.
-Nick -repitió ella aturdida.
Él sonrió soñoliento haciendo que a Miley se le disparara el corazón y dijo algo más en su idioma.
Consiguió dejar de mirarlo y abrió la bolsa en busca de ropa seca. Le sacó unos vaqueros y un jersey. Rápidamente se dio cuenta de que eran de buena calidad, pero no se paró a mirar­los más porque tampoco entendía de etiquetas de diseñadores. ¿Sería un turista? No iba ves­tido de manera adecuada para practicar deportes de invierno. La ropa era la que un ejecutivo se ponía para ir a una reunión.
-Cámbiese mientras le caliento un poco de sopa -indicó autoritaria- ¡No se le ocurra que­darse dormido encima de mí!
Mientras iba a la pequeña cocina, con el co­razón a cien por hora, no pudo evitar darse la vuelta para mirarlo de nuevo. .
Se encontró con unos bonitos ojos que la hicieron marearse.
-Parece usted un ángel... -insistió él.
-Ya basta.
-No, solo es el principio- y así había sido por desgracia, había sido el principio de una relación entre dos personas que no tenían nada en común. Nick no tardó en recuperarse de aquello, que lo hacía vulnerable y atractivo a la vez a ojos de Miley. Se quedó muy sorprendido al darse cuenta de que no tenía cobertura en el móvil y de que en casa de ella hubieran puesto línea telefónica hacía solo un año. De hecho, no tenían ni televisor.
Se quedó todavía más sorprendido al ver que Miley no tenía coche. Después de cenar, le vol­vió a pedir el teléfono y ella lo dejó solo para que hablara, así que no tenía ni idea de quién era. Tendría que haberse protegido contra el rico y poderoso hombre que le había llevado la tormenta.
Miley seguía convencida, aunque él le había dicho varias veces después que era ridículo, que.
Nick había obviado adrede decirle que era el dueño de Falcarragh. Además, no había men­cioado el Banco Jonas ni nada de su estilo de vida que pudiera haberla hecho sospechar quién era. La había dejado creer que era uno de los ejecutivos londinenses que se encargaban de gestionar la propiedad. Miley nunca supo por qué, supuso que sería porque lo divertía.
Le mostró a Nick la habitación de su pa­dre, en la que iba a dormir. Hizo que le contara la historia de su vida con una determinación a la que era imposible negarse. Miley estaba hala­gada y fascinada de tener a un hombre tan guapo pendiente de ella.
A la mañana siguiente, él insistió en bajar por la carretera para hacer autostop. Antes de irse, le pidió que cenara con él y ella aceptó, claro. Pasó por alto que a su padre no le habría gus­tado que saliera con uno de los <<jefes». Aquella tarde se puso a llover y Nick llegó a bus­carla en uno de los coches todo terreno de la finca.
Se había hospedado en el único hotel que ha­bía por allí. A él no le gustó la comida que les sirvieron: Cómo le iba a gustar, no era a lo que él estaba acostumbrado. Fue como un sueño para Miley cenar con un hombre tan guapo que las demás mujeres no podían quitarle los ojos de encima. Le encantaron sus buenos modales, le interesó todo lo que le contaba y la maravilló cómo la agarraba la mano, como si fuera la cosa más natural del mundo.
En el trayecto de vuelta a casa, su burbuja se rompió.
-Te iba a pedir que te quedaras a dormir con­migo en el hotel, pero supongo que la maestra tendrá que tener cuidado con su reputación -dijo Nick sin darle importancia - Es una suerte que no tengas vecinos.
¡La conocía desde hacía veintinueve horas y se creía que se iba a acostar con él! Miley despertó de su mundo color de rosa, se sintió avergonzada y luego enfadada, con él, por haberlo estropeado todo y, con ella, por haber esperado más de él de lo que habría debido. Nick no era diferente de sus compañeros de universidad, que habían in­tentado ligar con ella de manera ruda y la habían hecho proposiciones sexuales indecentes. Lo único distinto era que él era educado.
-No tengo ninguna intención de que te que­des a dormir conmigo –contestó Miley.
  -Eso suena a negativa -dijo él divertido-. Seme da muy bien hacer que los no se convier­tan en sí.
  -Ese tipo de comportamiento nunca ha for­mado parte de mi vida y nunca lo hará... -con­testó ella con lágrimas de ira en los ojos.
  -¿ Te vas a meter a monja? -preguntó él en tono burlón- Los hombres italianos somos   muy persistentes cuando queremos algo...
  -¡No quiero seguir hablando de esto! -lo in­terrumpió Miley mortificada- Déjalo estar...
  -Soy un hombre hecho y derecho y, a mi edad, no tengo intención de tener una relación sin sexo.
  -¡Bueno, pues yo no pienso tener relaciones íntimas hasta que me case! -le espetó ella entre dientes.
  -¿Me estás tomando el pelo? -dijo él mirán­dola con los ojos como platos. Habían llegado y él había parado el coche.
Miley se soltó el cinturón de seguridad, deses­perada por huir de él.
-¡Buenas noches! -gritó saliendo del coche.
-¿Eres virgen? -le dijo corriendo tras ella e interceptándola antes de que pudiera llegar a la puerta. Nadie le había dicho aquello a la cara nunca y Miley se sonrojó. Era la última persona con la que le apetecía hablar del tema. Lo había dicho tan asombrado como si hubiera visto un ovni- Puede que haber pensado en pasar la no­che juntos haya sido un poco precipitado -dijo él como arrepentido.
Miley estaba sacando las llaves de casa del bolso con manos temblorosas, Le habría gus­tado salir volando si hubiera tenido alas. En su casa, nunca se había hablado de sexo nunca se había hablado de algo tan íntimo.
-Por favor, cállate -le pidió.
-Estoy intentando comprender qué está ocu­rriendo...
-Te lo he dicho bien claro...
-¿Pero no estarás esperando que te pida que nos casemos para poder acostarme contigo? -insistió él con ironía.
Herida ante su sarcasmo, lo abofeteó. Lo hizo sin pensar, simplemente, levantó la mano y le cruzó la cara
-Tú...
-Lo siento, pero...
Nick se quedó mirándola con ojos enfu­recidos. La agarró de los hombros y la atrajo hacia sí para besarla con una pasión que hizo que ella perdiera el control.
Al apartarla, estudió la cara sorprendida de Miley, que se había puesto roja de deseo y, en­tonces, sin más, se río.    . .
-Algún día, no dentro de mucho, me lo pedi­rás de rodillas, cara mía. Esperaré.

Miley salió del emotivo retorno al pasado y escuchó la voz de Nick hablando por teléfono desde su habitación. Suspiró hondo.
Al final, se había salido con la suya. Se había casado con ella para meterse en su cama y, ha­biendo esperado tanto y con tanta paciencia, ha­bía esperado una noche de bodas salvaje y un viaje de novios de orgía continua. El único fallo es que aquello nunca llegó. Miley sintió ganas de llorar de nuevo y hundió la cabeza en un co­jín.
-Voy a intentar dormir un par de horas; Estoy tan cansado que me siento como si estuviera medio inconsciente -admitió Nick desde la puerta- ¿Quieres que duerma en el sofá?
Aquello ya era lo último. i Volvía después de cinco años y se ofrecía a dormir en un sofá que no tenía ni metro y medio cuando en su habitación había una cama de matrimonio!
-Duerme en la cama -le contestó.
-La limusina vendrá a buscarme a las siete para llevarme al aeropuerto. Por favor, despiér­tame.
«Se terminó», intentó convencerse a sí misma. «Nunca funcionó. Da gracias de que esté vivo», se dijo. Sin embargo, no era sufi­ciente para sobreponerse al devastador efecto que había tenido su aparición de nuevo en su vida. No podía ser que hubiera aparecido y se fuera a ir otra vez. Y allí estaba ella, hecha un ovillo, escondiéndose de él. Más o menos como siempre, ¿eh? ¡Seguía mostrando aquella pasi­vidad que a él lo sacaba de quicio!
¿No era capaz de actuar de otra manera? ¿Es que solo sabía ser la víctima desvalida que no tiene voluntad sobre sus propias desgracias? ¿ Cómo había vuelto a esa conducta errónea con lo mucho que había cambiado en su ausencia?
Había cambiado a la fuerza, no le había que­dado más remedio que hacerse más valiente y más fuerte. Cuando le había dicho que se iba, se había ido abajo. Toda la fuerza, toda la seguri­dad en sí misma habían quedado a la altura del betún, dejando paso a sus peores temores.
«¿ Vas a dejar que se vaya sin discutir?» Miley se levantó. La puerta de la habitación estaba entreabierta. Nick estaba profunda­mente dormido. Su pelo oscuro y su piel bron­ceada hacían contraste con las sábanas. Estaba tumbado de espaldas, con el edredón a la altura de las caderas, dejando al descubierto sus mara­villosos hombros sus brazos musculosos y su espectacular espalda. Era un placer mirarlo. Tan masculino, tan impactante. .
¿ Cuántas veces lo había mirado medio des­nudo disimuladamente? Se puso roja. Era una ironía que ella, que le había negado repetida­mente aquel placer a él, lo hubiera hecho. Siem­pre le había gustado mirarlo. Le bastaba verlo sin camisa para excitarse, pero no lo había ad­mitido nunca, ni siquiera a sí misma. Una mujer decente nunca pensaría eso.
La habían educado en el más absoluto de los puritanismos. ¿Por qué se habría llevado eso al matrimonio? ¿Por qué no había intentado sacu­dirse un poco los prejuicios? Porque era dema­siado cabezota y orgullosa. Y Nick, tam­bién. Ninguno de los dos estaba preparado para casarse.
La vez que se le ocurrió ofrecerle su cuerpo y él la había rechazado... ¿Cómo había sido? " -Quiero tener un hijo...
Nick la miró con ojos de hielo.
-Aunque no llevaras cinturón de castidad, no te tocaría -contestó él- Es la proposición me­nos tentadora que jamás me ha hecho una mu­jer. Cuando me desees y seas capaz de demos­trármelo según mis condiciones, entonces y solo entonces, consideraré la posibilidad de vol­ver a dormir contigo.
¿Sería demasiado tarde ya? Había tenido que desaparecer cinco años para que ella se diera cuenta de por qué Nick se había enfadado aquel día. Miley apretó los puños ante su propia estupidez. La excusa de querer un bebé había sido un error. Él no había tenido en cuenta lo desesperada que estaba ni que lo del niño había sido para intentar retenerlo a su lado.
Salió de la habitación y se fue a la cocina. Tenía una botella de vodka en un armario. Se la había regalado Pam hacía cuatro navidades sin saber que Miley no probaba el alcohol. Otra cosa que a Nick lo sacaba de quicio. ¡ Una novia que no tomaba champán ni en su propia boda! Necesitaba valor para hacer lo que iba a hacer.
Se sirvió un" vaso de vodka con zumo de na­ranja. ¿Y si le decía que no y la echaba? Debía sorprenderlo mientras estuviera dormido para que no pudiera negarse. La había agarrado la mano y la había besado en la limusina, ¿no? ¡Por un momento había parecido como si no pu­diera dejar de tocarla! Seguro que no había mu­jeres en la cantera.
Antes de desaparecer, Nick nunca le ha­bía dado muestras de infidelidad. Aquella podía ser su última oportunidad. Tal vez, ya no había nada que hacer, pero merecía la pena intentarlo.

Se puso en pie y volvió a la habitación. Lo miró Sí, merecía la pena intentarlo porque, además, en unas horas se habría ido para siempre!
Se tapó la nariz y se terminó el vaso de un trago. Se desnudó, se puso perfume, se maqui­lló un poco e intentó arreglarse el pelo que le caía sobre los hombros. Decidió beber un poco más de vodka por si, al llevar guardado tanto tiempo, hubiera perdido la fuerza. Iba a ser todo lo que Nick siempre había espe­rado de ella. Para demostrárselo a sí misma, fue desnuda a buscar unos recuerdos que no había querido dejar en la casa de Londres.
Nick le había enviado una caja de maravillosa lencería de seda el día antes de su boda. No se andaba por las ramas, había dejado muy claro lo que quería. Estaba claro que no se había dado cuenta de lo que intimidada que se había sentido ella al recibirlo o de lo sorprendido que su suegro se había quedado al verlo.
Miley se puso las braguitas transparentes de color lila y el sujetador a juego. «Es mejor que ir desnuda», se dijo sintiéndose un poco rara. Le entraron unas ridículas ganas de bailar. Nick no iba a saber qué ocurría.

4 comentarios:

  1. INCREÍBLE!!! ME ENCANTO EL CAPI!!! ESTUVO BUENISIMO SEGUILAAA PORFISSSS!!! JAJA , BESOTESS

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  2. ahhh me encanto enceerioo wiii sipuedo comentar yaa siento no comentar chikaaa awww ahora si te lusistes me sorprendistes super largo jooo pero como la dejastes ahii dimeee siguelaaa

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  3. Siguela esta increible !!! Espero el proximo , sube pronto Bye c:

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  4. siguela porfis que esta increible!!!!!!!!!!!!!!!!

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