-¿Estás celoso? ¿Celoso de Liam?
-¡No seas ridícula! -se ruborizó Nick ofendido.
-Perdona -se disculpó Miley, considerando innecesario decirle que Liam sólo era una amigo.
Nick se le acercó y, poniéndole las manos en los delgados hombros, la guió hasta el sofá.
-Lo único que digo es que en este matrimonio sólo hay sitio para dos. Tú y yo.
-¿Y Demi? La fuiste a ver la noche en que me dejaste en el hotel.
-No. No la fui a ver. Me topé con ella. Mejor dicho, ella se topó conmigo a la mañana siguiente. Yo me quedé en otro de mis apartamentos. Demi vio la limusina la mañana siguiente, se invitó a desayunar conmigo y me pidió que la trajese a Londres. No podía decir que no.
Aunque Miley quería creerlo, se daba cuenta de que si Nick hablaba de continuar casados, sería tonto de su parte ahora confesar su atracción por su hermanastra y crear una fricción entre ellas. Pero no acababa de comprenderlo. Nick había aparecido con un fabuloso anillo de rubíes en la clínica, una especie de regalo de despedida. Demi estaba rara, como si algo hubiese sucedido entre los dos.
-Creaste un problema. Nunca le tendrías que haber dicho a Demi que nuestro matrimonio no iba en serio.
Miley pensó en su hermana. Sabía que tendría que hablar con ella para poder aclarar esas estúpidas sospechas. En cuanto decidió hacerlo, se sintió libre de poder apreciar la felicidad que la embargaba. Pero si no hubiese sido por el bebé, quizás Nick nunca...
-No estoy segura de que puedas aguantar estar casado conmigo años y años.
-¿Por qué no? -preguntó Nick envarándose.
-Te aburres fácilmente -la duda se reflejó en los ojos azules.
-¿Cómo crees que me puedo aburrir contigo si no sé con qué vas a salir en cada instante?
Fisher golpeó la puerta para anunciar una llamada urgente.
Sabiendo que podía llevarle horas, Miley subió a la habitación despacio. Luego entró y cerró la puerta con suavidad, para dar un infantil salto en la cama y botar en el colchón de muelles mientras golpeaba las almohadas.
-¡Sí... sí... sí! -gritó.
La puerta que conectaba con la salita estaba entreabierta y se abrió suavemente para dar paso a Nick, con el teléfono móvil en una mano y una sonrisa maliciosa en la boca.
-Conque algo de bueno tendré, cara mía -dijo, con voz sensual-. Cuando estábamos abajo no parecías nada entusiasmada en seguir casada conmigo, pero mira tú por dónde, te encuentro celebrando aquí solita.
-Yo... yo -Miley se había quedado petrificada. Nick dejó el teléfono y comenzó a desvestirse con parsimonia, haciéndola enrojecer.
-Sí, ahora ya sabes cuándo te deseo -canturreó Nick satisfecho.
Se acercó a ella con una sonrisa radiante que le soltó el corazón de sus amarras. Parecía tan feliz, más todavía que en la isla.
Lo primero que hizo fue abrazarse a él, apretándose contra su pecho mientras la tensión se evaporaba en el círculo de sus brazos.
-Te he echado de menos... -gimió Nick y la besó hambriento.
-Así que quiero ver a Liam por última vez -concluyó Miley en el denso silencio. Había pasado una semana maravillosa desde su llegada a Londres y era la primera vez que no estaban de acuerdo.
-No -dijo Nick secamente.
-Sólo para explicarle que me he casado y por eso no me he puesto en contacto con él -repitió Miley.
-No quiero que lo veas. Me parece que es perfectamente razonable.
-Pues a mí no. No me parece razonable en absoluto –dijo Miley apenada-. Y tampoco creo que te tenga que pedir permiso.
-Eres mi esposa -dijo Nick con frialdad, como un tirano-. Te tendría que importar lo que pienso.
-Si hubiera sido mi novio, todavía. Comprendería que estuvieras celoso. Pero aunque en algún momento haya creído que estaba enamorada de él, lo superé hace tiempo -comentó Miley con estudiada parsimonia.
El silencio volvió a reinar, denso y palpitante.
-Vale -Nick arrojó el Financial Times sobre la mesa de desayuno y se puso de pie-. Puedes verlo en un sitio público durante una hora.
-Lo llamaré hoy -dijo Miley, volviendo a su café y su libro con un aura de total tranquilidad.
-¿Por qué no lo llamas la semana que viene, cuando Jasper esté aquí? -sugirió, indeciso al lado de la puerta.
-No. No quiero esperar tanto -dijo Miley mirándolo y esbozando una alegre sonrisa-. ¿Vendrás a comer?
La tormentosa expresión de su rostro se evaporó por arte de magia.
-Me encantaría, pero comer en casa me agota.
Miley se ruborizó.
-Tengo una reunión diplomática muy aburrida hoy -dijo, todavía en la puerta mientras Miley se enfrascaba de nuevo en su libro-. Preferiría estar contigo.
En la cama, pensó Miley. Típico. Pero aunque se habían atraído sexualmente al principio, estaba resultando maravilloso en otros aspectos también.
Fisher le había contado cómo se había ganado el asustado corazoncito de Spike. Huesos, juguetes, bombones de chocolate... frente a los ojos del atónito mayordomo, Nick había utilizado todos los trucos posibles para sacarlo de sus escondites. La emocionaba muchísimo que un hombre que jamás había tenido un animal hiciera semejante esfuerzo. Recompensado, desde luego, porque Spike lo adoraba.
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