Miley durmió hasta las siete y se levantó para darse una ducha mientras pensaba en Nick. ¡Qué amable había sido con ella! Pero claro, era un hombre sofisticado y culto. No iba a reaccionar como un adolescente atemorizado tratando de huir de sus responsabilidades.
Fisher le avisó desde la puerta que la cena se servía a las ocho. Se puso un elegante vestido negro sin mangas que ya había usado en la isla, pero el embarazo le daba una plenitud a sus senos que se notaba ya.
Al llegar al comedor, vio que Fisher se había esforzado en crear un ambiente apropiado, con candelabros de plata y elegante vajilla. Pobre Fisher. No tenía ni idea de qué poco apropiado resultaba.
Nick se unió a ella en la puerta. Alto y elegante, la hizo sentirse consciente de su propia femineidad.
-¿Podrás tolerar las velas por una noche? -le preguntó con suavidad.
Miley se ruborizó.
-Estuve terrible esa noche, ¿no? -gimió-. Acababa de enterarme de que estaba embarazada...
-¿Ya lo sabías? -interrumpió Nick sorprendido.
Miley asintió.
-No me extraña que estuvieses consternada -dijo, ayudándola con la silla.
Después de una comida deliciosa, fueron al salón a tomar el café, y la tensión se hizo presa de ella nuevamente.
-¿Podemos terminar la conversación? -preguntó, levantándose y caminando por la habitación -¡No entiendo cómo puedes charlar como si no pasara nada!
-Muy sencillo. La respuesta es que no pasa nada. Quiero a ese bebé -respondió Nick con total calma.
-Pero fue un accidente...
-No. Y no vuelvas nunca a decirlo -dijo, controlando una sonrisa-. Los bebés crecen y se convierten en adolescentes a quienes no les gusta enterarse de que son el resultado en un fallo, si lo sabré yo.
Miley se ruborizó y se sentó un instante, para volver a caminar.
-Ya lo sé, pero...
-No me puedo creer que quieras un aborto.
-Yo no, pero creía que tú sí.
-Ni se me ocurriría. Mi padre quiso privarme del derecho de nacer -le recordó con irónico disgusto-. Jamás lo haría con mi propio hijo. No sólo lo quiero, sino que también estoy decidido a ser un buen padre desde el principio.
Miley se quedó sin aliento al escucharlo. Nunca soñó que lo aceptaría de tal modo.
-Será un poco difícil cuando nos separemos... divorciemos, quiero decir -señaló incómoda.
-Me temo que aquí tendrás que ser muy valiente y sacrificada, cara mía -la observó, con un relámpago de expectación en los negros ojos.
-No te comprendo.
-Ha llegado el momento de decirte adiós a Liam.
-¿Liam! -Miley se sorprendió de que Liam apareciese en los momentos más insólitos.
-Si ambos queremos lo mejor para nuestro hijo, ni siquiera pensaremos en un divorcio en este momento -afirmó Nick convencido, observándola dar pequeños círculos en el centro de la habitación.
-Pero... -dijo Miley, totalmente desconcertada por la noticia y borracha de alegría con sólo pensarlo.
-Así que seguimos juntos -afiimó Nick tenso-. Pero Liam se queda fuera. Tendrás que aceptarlo.
-Pero Liam es sólo un amigo...
-Te pasaste una hora y cuarenta y cinco minutos hablando por teléfono a Nueva York desde Granada. Me parece que hubo un exceso de amistad de una hora y media.
-¿Tanto? -dijo Miley, tropezando con la chimenea y agarrándose para enderezarse- ¿Y tú cómo lo sabes?
-Pagué la cuenta del hotel antes de ir a la clínica.
Estaba obsesionado con Liam. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¡Estaba furioso porque había hablado con él!
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