jueves, 10 de noviembre de 2011

Una deuda de Amor cap- 27

¿Cómo podía decírselo? Su breve pero intensa relación ya estaba por acabar. Pronto Jasper estaría en condiciones de soportar la noticia de la separación. ¿No era eso lo que habían acordado?
Pasaron el siguiente día en la clínica, haciendo turnos para estar con Jasper. Pero por la noche, Nick estaba lleno de energía. Al ser un pesimista, se había imaginado tantos horrores antes, durante y después de la operación, que la mejora constante de Jasper le causó un alivio enorme.
Cuando volvieron al lujoso hotel, sacó un vestido largo dorado del armario y lo extendió sobre la cama.
-¡Ponte elegante! ¡Nos vamos a celebrarlo! Cuando salió de la ducha veinte minutos más tarde con una toalla envolviéndole las estrechas caderas, Nick dejó caer el anillo de compromiso y la alianza sobre la mesilla al lado de ella.
-Los dejas en todos lados. Cada vez que puedes te los quitas y te olvidas de ellos. Pronto los perderás o te los robarán.
-Trataré de tener más cuidado -dijo Miley en voz baja y se levantó del taburete a agarrarlos.
-¡Estás preciosa! -exclamó con voz entrecortada al verla, vestida con sólo un sujetador color melocotón y unas braguitas diminutas-. ¡Cómo te deseo, cara! -añadió, soltando la toalla y tomándola entre sus brazos en un sólo movimiento.
La apretó contra su cuerpo duro y musculoso y ella se estremeció con violencia, pero por primera vez, una vocecita en su cabeza se negó a los gritos.
Sin embargo, el poder de Nick sobre su cuerpo fue mayor. Le soltó el sujetador y se lo quitó, para recorrer con sus manos su piel anhelante y ella se le entregó, gimiendo indefensa bajo su boca hambrienta y sensual mientras la llevaba hasta la cama.
Fue más salvaje que nunca. Sensual y terriblemente excitante, incluso de una intensidad que le causó miedo. No tuvo que esperarla, porque ella estaba lista. Y en cuanto lo sintió dentro de sí, perdió el control, llegando a la cima de la excitación tan rápido que le arañó la espalda temblando incontrolable y él le tuvo que ahogar el grito del clímax con la boca.
Y luego se acabó y ella se quedó totalmente aturdida, con Nick mirándola con evidente satisfacción.
-Cada vez es mejor -dijo con una sonrisa lobuna muy masculina levantándose de encima de ella y tomándola en sus brazos para llevarla a la ducha con él.
Sólo que esta vez se sintió avergonzada y arrepentida. Ya no podía simular más que era una relación normal. No era más que una aventura, se dijo. Y mientras se duchaba, otro pensamiento incluso más turbador se le ocurrió. No era ni siquiera una aventura. La verdad era mucho menos aceptable. Al pagarle todas esas deudas Nick la había comprado, como una lata de tomates en el supermercado.
Nick la envolvió con una gran toalla como si fuese una niña.
-Siempre se me olvida lo nuevo que te resulta esto -dijo con suavidad, al verle la boca tensa y los ojos evasivos-. Pero a la vez, me gusta saberlo. Hace que todo resulte especial entre nosotros.
-¿Lo crees?
-Por supuesto -le aseguró, apoyando ambas manos en los tensos hombros-. Las últimas cuarenta y ocho horas han resultado muy estresantes. Lo único que hemos hecho es descargar esa tensión en la cama. Resultó electrizante. No hay porqué sentirse mal.
Pero ella no quería consolarse. Y cuando salió del baño para vestirse, se dio cuenta del motivo. No había nada más brutalmente real e imposible de esconder que un embarazo no deseado que pondría furioso al hombre que amaba. Descubrió que ya no podía seguir engañándose y tenía que enfrentarse a la dura realidad. No podía seguir viviendo el momento con una nueva vida desarrollándose en su vientre.
Nick la llevó a un restaurante elegantísimo a comer a la luz de las velas.
Les pusieron champán francés con un elegante ademán en la mesa. Ella pidió agua mineral.
Nick le tradujo el menú entero. Ella pidió luego una ensalada pero no la comió.
Nick había encargado con antelación tarta de chocolate. Ella dijo que no tenía ganas de comer.
Él le dijo que el café era una especialidad de la casa. Ella le encontró sabor raro y metálico.
Dejó los anillos en el lavabo. Tuvieron que volverse de la puerta de la discoteca y soportar un atasco de veinticinco minutos para recuperarlos.
-Me sorprende que no hayan robado el diamante -le dijo Nick con una reflexiva mirada de censura.
-Pues a mí no. ¡Es tan grande que parece de juguete! -dijo Miley, sin arrepentirse un ápice por los inconvenientes que había causado.
-Vale -dijo Nick apretando las mandíbulas-. Por fin lo he entendido. No te gusta tu anillo de compromiso.
-No es mío, es tuyo, así que, ¿qué importa lo que yo opine? -espetó Miley caprichosa, escandalizada por la forma en que se había comportado toda la noche, pero incapaz de controlar su propia inseguridad. Y odiando a Nick cada vez más a medida que avanzaba la noche. Odiándolo por cada sonrisa y mirada que las mujeres le echaban, odiándolo por tomar precauciones todos los días religiosamente menos la noche en que tendría que haberlo hecho.
-¿Se puede saber qué te pasa hoy? -preguntó Nick cuando se subieron en la limusina.
-No tengo ganas de simular más, eso es todo -quiso morderse la lengua, pero no pudo. No podía controlar la amargura.
Se hizo un silencio mortal.
-¿Y qué quieres decir con eso? -la profunda voz de Nick se había convertido en hielo, y hacía mucho tiempo que no usaba ese tono con ella.
-Haces que me avergüence de mí misma.
-¡Dime que esto es un pequeño colapso después del estrés que hemos pasado y respiraré hondo con santa paciencia hasta que pase! -le respondió amenazador.
-Lo que tenemos es algo muy sórdido -dijo Miley, haciendo un esfuerzo por callarse, pero el dique de sus emociones se había desbordado y tenía que dejarlas correr. 

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