-¡Oh, tu mano! -gimió, sufriendo por su dolor. Y fue a buscar el botiquín, que se hallaba colgado en la pared-. Déjame que te la cure.
Tenía un corte bastante profundo en el pulgar.
-No te preocupes, es sólo un rasguño -dijo Nick, pero parecía a punto de desmayarse.
-Quizás necesites unos puntos, ¿cómo te lo has hecho?
-Me golpe contra algo en la pared.
Miley lo curó eficientemente, y a la vez estudió la morena mano contra la blanca suya. Le causó tal emoción verlas juntas que sin pensarlo, le dio un beso en el dorso.
Nick se puso tenso, pero cuando ella intentó soltarlo le retuvo la mano.
-Tengo que hacerte una confesión.
Miley agachó la cabeza, avergonzada por la libertad que se había tomado.
-Yo hice que mandaran a Liam a Nueva York.
-¿Cómo? -preguntó extrañada.
-En cuanto me mencionaste a Liam tuve miedo de que lo antepusieras a Jasper -confesó Nick rudamente-, así que llamé a uno de los socios de su empresa y le pedí que lo mandara al extranjero. Me llevó sólo un instante.
Miley lo miró horrorizada ante la frialdad de su manipulación.
-Y te mentiría si te digo que me arrepiento -concluyó Nick.
Sintiendo que no estaba bien seguir sujetándole la mano después de semejante revelación, Miley se la soltó confusa.
-Eres, sin duda, increíblemente egoísta -dijo titubeante-. Sólo espero que al menos Liam saque algo de provecho de este viaje.
-No lo sé. ¡Le proporciono la oportunidad de su vida y se aburre en una de las ciudades más emocionantes del mundo! -dijo Nick secamente.
-Eso es lo de menos -protestó Miley-. Las personas no son marionetas que se puedan manipular.
-Me parece que me estoy comenzando a arrepentir, pero no de haberlo hecho, sino de haberlo confesado -dijo Nick-. Yo pensaba que una confesión espontánea merecía un perdón instantáneo.
Miley se ruborizó, porque Nick tenía razón. Si no se lo hubiese dicho, ella ni se habría enterado.
-Bueno, en realidad...
-Creo que me iré a la playa un rato -murmuró secamente Nick con una expresión indescifrable en el rostro-. ¡No necesito poderes mágicos para adivinar que ésta no será una noche de bodas memorable!
Técnicamente, era su noche de bodas, recordó Miley. Y suponía que, hasta ahora, Nick no la había encontrado demasiado divertida. Durante el viaje ella había sido una aguafiestas, y tampoco un cascabel desde que llegaron.
-Lamento que estés aburrido -susurró ahogadamente cuando él llegaba a la puerta.
-No estoy aburrido -dijo Nick, deteniéndose.
-¿Tienes hambre? -preguntó esperanzada. El deseo de retenerlo la inspiraba a alimentarlo-. Te podría hacer algo de comer.
Nick pareció sorprendido ante la oferta.
-No tengo hambre de comida -le susurró-. Tengo hambre de ti.
Miley sitió cómo el corazón le daba un vuelco y el estómago se le hacía un nudo.
-¿Por...por...mí? -tartamudeó.
-Sí, tengo un hambre canina, devoradora. Y, por si no lo sabes, tú lo consideraste un terrible error, pero yo no.
Miley se quedó paralizada.
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