jueves, 10 de noviembre de 2011

Chantaje a un Amor cap - 25

Cuando entraron en el salón, su padrastro estaba mirando un jarrón antiguo.
-Supongo que esta es una recompensa por tantos años de robo y pillaje -dijo, con toda tranquilidad-. No me extraña que estas tribus árabes estén todo el día peleándose.
Miley hubiera deseado que se la tragase la tierra.
-Bienvenido a Muraaba, Billy-dijo Nick, como si no lo hubiera oído-. Tienes razón. Mis antepasados eran despiadados y consiguieron el trono matando a todo el que se ponía en su camino.
Billy lo miró de arriba abajo.
-Sabía que no me guardaría rencor, Alteza. Usted es un hombre de negocios, como yo. Hola Miley. Veo que estás muy bien y me alegro. Pero, si no te importa, tengo asuntos que discutir con el príncipe.
Miley se cruzó de brazos.
-No pienso ir a ninguna parte.
-Haz lo que quieras.
-¿Cómo está Trace y por qué no se ha puesto en contacto conmigo?
-Lo he enviado con Lizzie y los niños a España. Trace no sabe que estás aquí... pero vamos a lo nuestro. He venido para llevarme a Miley a casa.
-¿Perdona?
Billy sacó un talonario del bolsillo.
-Supongo que Latif le ha contado lo de la lotería, así que no perdamos más tiempo. Aquí tiene, todo lo que le debo, con intereses -anunció, firmando un cheque.
Nick levantó una ceja.
-¿Has venido a pagarme las deudas de Trace?
-Eso y las quinientas mil libras que me «regaló» para que Miley no abriera la boca después del numerito en la embajada.
-Te refieres a nuestra boda, claro.
-Llámelo como quiera, pero le digo una cosa... yo no lo habría hecho mejor. No suelen engañarme, pero tengo que confesar que usted lo hizo.
-Pero si fuiste tú quien intentó chantajearme -le recordó Nick.
-Yo no hice eso. Solo le llevé aparte para preguntarle qué opinarían en su país si se enteraran de que estaba jugando con una niña de dieciocho años.
-Ya, claro.
-Era mi obligación cuidar de Miley y nadie puede decir que no lo intenté. Admito que me quedé sorprendido cuando, por casualidad, levanté el teléfono y oí que mi hijastra lo invitaba a cenar a solas en casa. Ella, que era una niña tan buena, de repente, se portaba como una...
-¿Cómo te atreves? -intervino Miley, furiosa.
-Perdona, pero ya sabes que no tengo pelos en la lengua -replicó Billy.
-Deja que termine, Miley.
Aquello era intolerable. Su padrastro había ido a buscarla a cambio de un cheque, como si fuera un paraguas que alguien había dejado olvidado en alguna parte.
-Enseguida me di cuenta de que usted la estaba llevando por el mal camino...
-Qué astuto -lo interrumpió Nick.
-Pensé que le haría un favor a Miley si me libraba de usted.
-Y, desde luego, lo conseguiste -dijo ella, sin poder disimular su amargura.
-Por cierto, invertí el medio millón de libras a tu nombre en un negocio que está dando beneficios. Así que no me lo he quedado, puedes recuperarlo cuando quieras. Bueno, y ya que está todo dicho, será mejor que nos vayamos...
-Miley no es algo que se pueda comprar -lo interrumpió Nick.
-¿Por qué quieres que me vaya contigo, Billy? A ti te importa un bledo lo que me pase.
-Yo no dejaría ni a mi peor enemigo en este país -replicó su padrastro-. ¡Hasta me han quitado las botellas de whisky en el aeropuerto!
-Los turistas no pueden entrar en el país con alcohol, aunque puede comprarse en los hoteles -explicó su marido, haciendo gala de una paciencia sorprendente.
-Mira, Miley... puede que no haya sido el mejor padrastro del mundo, pero yo tampoco te he caído bien nunca. No tiene sentido que te quedes aquí, esperando una alianza que...
-Mi bisabuelo le regaló a su concubina favorita una pulsera de oro y zafiros que todas las esposas del príncipe de Jumar han llevado desde entonces en lugar de una alianza -lo interrumpió Nick.
-¿Ves a lo que me refiero? -exclamó Billy, levantando los ojos al cielo-. En este país nada es normal.
-Claro que no es normal -murmuró Miley, mirando la hermosa pulsera que llevaba en el tobillo y de la que casi se había olvidado.
-¿Qué llevas ahí? -preguntó su padrastro, asombrado.
-Miley es mi mujer, Billy -explicó Nick.
-Pero... ¿cómo lo has conseguido, hija?
-Llevamos más de un año casados.
-¿Entonces... ?
-Nuestra boda fue legal -le informó Miley.
-Vaya, francamente... -su padrastro se había quedado sin palabras-. Y yo pensando que era usted un zorro. Entonces, ¿están legalmente casados?
-Por supuesto que sí. Y le sugiero que no vuelva a Jumar. Nunca.
-Adiós, Billy -se despidió Miley.
-Llévalo al aeropuerto, Latif. Y asegúrate de que sube al primer avión que salga para Europa -le ordenó Nick a su ayudante. Después, tomó a Miley de la mano para salir al pasillo-. Me hubiera gustado darle un puñetazo. Ese tipo es insoportable.
-No entiendo qué vio mi madre en él. Pero ha dicho algo que me ha dado pena: que a mí tampoco me cae bien. Tiene razón. Quizá por eso nunca hemos podido entendernos.
-Incluso a los cinco años tenías buen gusto -sonrió Nick.
-No sé si volveré a ver a mi hermano -suspiró Miley
-Claro que sí. Si es necesario, arrancaré a Trace de las garras de ese grosero... ¡Venir aquí con un cheque! Quería pagar por ti, Miley. Por ti, cuando yo no te dejaría por nada del mundo.
-Podrías haberme dicho antes lo que representaba esta pulsera -observó ella.
-Es que no hay forma de decirle a una mujer occidental que deseas hacerla tuya con una pulsera. Sois muy quisquillosas -sonrió su marido.
-Tiene mucha importancia para ti, ¿verdad?
-Sí. Pero también quiero devolverte el anillo. Era de mi madre.
-Me encantaría llevarlo -sonrió Miley.
-Por cierto, lo de la pulsera en el tobillo en mi país es como llevar algo azul en el tuyo. Un símbolo de suerte.
-¿Ah, sí? Veo que has pensado en todo.
-Te debo una disculpa por haber dudado de tu palabra, Miley.
-Y yo la acepto -sonrió ella-. Hace un año era una cría. Ni siquiera sé cómo me atreví a pedirte que vinieras a cenar a casa. Yo sabía que tu padre estaba enfermo y pensé que solo salías conmigo para divertirte...
-Nunca fue así. Hasta que mi estúpido orgullo hizo que no viera nada.
-Cuando te llamé, pensaba que estaba siendo increíblemente romántica.
-Desde luego, lo fuiste mucho más que yo aquella noche. Yo me enfadé porque... porque me pareció que te tomabas el sexo como algo sin importancia. Y para mí era muy importante - admitió su marido cuando llegaban al dormitorio-. Pensé que después no te sentirías atada a mí como yo me sentiría atado a ti. Que sería solo otro novio...
-¿De verdad?
-Yo nunca había estado enamorado antes y era una experiencia nueva -le reveló Nick con los ojos oscurecidos-. Las mujeres que había conocido hasta entonces solo estaban interesadas en pasarlo bien. Hasta que te conocí a ti.
-Cariño...
-Lo que estoy intentando decirte es que después de haber tenido aventuras que no me aportaban nada... te idealicé como si fueras un ángel.
-No soy un ángel, Nick.
-Y a mí no me gustaría vivir con uno -sonrió él-. Quería conocerte bien antes de hablar de amor o matrimonio.
-Lo entiendo.
-El horrible matrimonio de mi padre tuvo un gran efecto en mí. Era un hombre muy inteligente, pero cometió un terrible error.
-Y supongo que tú no querías cometer otro -dijo ella, comprensiva.
Nick tomó su cara entre las manos, mirándola con una expresión llena de remordimientos.
-Miley... cometí un error terrible. Me casé contigo, pero mi absurdo orgullo, mis miedos y mi horrible temperamento hicieron que te alejaras de mí. No he tenido un solo momento de felicidad desde entonces. Pero ni un tanque me habría obligado a volver a ti. Soy un estúpido orgulloso.
-No es culpa tuya. Billy...
-Fue culpa mía, Miley. Debía haber confiado en ti. Te esperé durante veinticuatro horas en la embajada, pero no volviste. Y entonces volví a Jumar, enfurecido. No le dije a nadie que me había casado porque no traía ninguna esposa... Deja de llorar, Miley. No me merezco tus lágrimas -le rogó él, con voz ronca-. Entonces, mi padre murió y yo pensé que me escribirías...
-Y no lo hice.
-Por primera vez, pensé que realmente te había perdido.
-Yo estaba tan triste, Nick...
-Te quedaste sola, completamente sola. Y yo no conocía tu situación, no sabía que Trace había vendido tu casa y vivías en un horrible estudio -suspiró Nick-. Cuando no recibí una nota tuya después del accidente, me volví amargado.
Miley apoyó la cara sobre su pecho.
-Y cuando volviste a verme, decidiste vengarte.
-Lo que deseaba era cualquier excusa para estar contigo sin tener que admitir que te quería en mi vida. Aquel día en el Haja, me quedé sorprendido al descubrir que, para ti, nuestro matrimonio había sido una tornadura de pelo.
-No sé por qué creí lo que me dijo Billy.
-Es normal. Después de todo, yo fui tan estúpido como para creer que podía tenerte sin decirte que eras mi esposa. El pobre Latif se quedó asombrado por mi comportamiento. No me lo ha dicho, pero sé que ha censurado esta situación desde el principio.
Miley apretó la cara contra el corazón del hombre.
-Los dos nos hemos comportado como niños...
-Y entonces te escapaste al desierto y descubrí que me moriría si te pasaba algo. Tenía tanto miedo que, por fin, tuve que admitir que seguía amándote.
-Dímelo otra vez -suspiró ella.
-Te amo, Miley.
-Yo estoy loca por ti, pero todo esto ha sido lo que tú dijiste el otro día: una comedia de los errores. No sé cuál de los dos ha cometido más.
-Yo, seguro. No me di cuenta de que te estaba haciendo daño. Y tampoco se me da muy bien aguantar reprimendas -sonrió Nick-. Pero tendré que aprender. De verdad pensaba que ibas a marcharte, Miley.
-¿Por eso te fuiste de palacio?
-Sí. Por eso y porque pensé que te importaban más los niños que yo. Pero debo confesar que guardé tu pasaporte en mi caja fuerte. No podía dejarte ir, mi amor. Era tan feliz contigo...
Después de aquella confesión, Miley se sentó en la cama con el aspecto de una mujer que no va a esconderle nada a su marido.
-Ven aquí.
-Eres tan perfecta... Estás hecha para mí.
-Y tú para mí. Dime una cosa -le pidió Miley entonces, apoyándose en un codo-. ¿Cuándo vamos a tener un hijo?
Nick la miró, sorprendido.
-Dentro de un par de años. Sé perfectamente que te he cargado con tres niños que no son tuyos y que solo tienes veinte años.
-Me encantan los niños. Y no me importaría tener uno.
-Pero a mí lo que me importa eres tú -susurró él, inclinándose para buscar sus labios-. Tenemos a Franky en reserva por si me pasa algo, así que no hay que preocuparse por el momento. Soy egoísta. Quiero estar solo contigo, no quiero compartirte con nadie.
-¿Por eso nunca me hablaste de los niños?
-La verdad es que tenía miedo de hablarte sobre ellos. Pensé que, al verlos, saldrías corriendo.
-Te quiero mucho, Nick -susurró Miley, acariciando su pelo rizado.
-¿Ya no soy una rana? -bromeó él.
-Muy pocas veces las ranas se convierten en príncipe. Pero cuando ocurra, te lo diré.

Dieciocho meses más tarde, Miley colocaba a su hijo recién nacido a la sombra de un árbol.
El príncipe Jerry fue una sorpresa. Habían decidido esperar un poco para tener niños, pero durante un crucero por el Caribe el verano anterior habían sido un poco «irresponsables». Jerry se estiraba en aquel momento, abriendo sus ojitos azules un segundo para volver a cerrarlos después. Era un niño muy tranquilo.
Basma y Hayat, en pantalones cortos, estaban dando pataditas en el agua de la fuente, riendo como locas. Mientras las sacaba de allí para que no se calasen, a la vez que escuchaba la charla de Franky sobre el colegio, Miley solo podía pensar en lo feliz que era. Con tanta gente ayudándola, cuidar de cuatro niños no era tan difícil como Nick había pensado.
Trace y sus sobrinos habían ido a visitarla un mes antes. Trace trabajaba en Londres en una de las oficinas de Nick. Y según su hermano, Billy estaba muy contento gastándose el dinero que había ganado en la lotería.
Dejando a los criados vigilando la cena de los niños, Miley fue a tomar una ducha. Cuando salió del baño envuelta en una toalla, Nick estaba en el dormitorio.
-Justo a tiempo.
-¿Crees que es una coincidencia? -preguntó Nick, clavando en ella sus ojos dorados.
-A ver... ha pasado tres veces esta semana. No, no creo que sea una coincidencia -río Miley.
-¿Te estás quejando?
-¿Tú qué crees?
-Creo que, como siempre, estamos pensando lo mismo -río Nick, tomándola en sus brazos-. ¿Contenta?
-Mucho.
-Nunca me has dicho si he dejado de ser una rana...
-¡Pasaste de rana a príncipe hace mucho tiempo, tonto! -río Miley.
Nick la colocó sobre la cama, mirándola con adoración.
-Pues dímelo. ¿Cuándo dejé de ser una horrible rana?
-El día que trajiste a mi yegua. Ese día me di cuenta de que yo realmente te importaba.
-¿Y sigues pensándolo?
-Por supuesto que sí. Cada día más. Por ejemplo, cuando me hacías sentir la mujer más sexy del mundo a pesar de que estaba embarazada de nueve meses, cuando buscaste un trabajo para mi hermano, cuando hiciste la piscina en el jardín para que pudiera nadar con los niños...
Miley tenía unas cien razones para quererlo más cada día, pero no quería contárselas todas.
-Ahora es mi turno. Te quiero por muchas cosas, pero sobre todo eres maravillosa, porque has aprendido árabe...
-Y no te ríes cuando intento hablarlo.
-Lo hablas de maravilla. Eres una esposa increíble, una princesa magnífica... una madre generosa y la amante de mi corazón, aziz.
Cada frase iba puntuada por un beso y el diálogo terminó pronto.
Pasó mucho tiempo hasta que volvieron a hablar otra vez. 

FIN

2 comentarios:

  1. aaaaaaaa
    me encantooo
    que lindosss
    jejeje

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  2. Ayyy qe romantico capitulo ! me fascino enserio qe si ! :D muy linda historia C:
    BESOS!CuidaTE ! :D

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