jueves, 10 de noviembre de 2011

Chantaje a un Amor cap - 22

-¿Y dónde estaba yo cuando ha ocurrido ese milagro?
-Miley, si me quieres... no hay barreras y no hay nada que el tiempo no pueda curar.
Había ido allí para enfrentarse con él, había intentado reunir valor para decirle que quería volver a Londres inmediatamente. Pero era imposible. ¿Cómo iba a abandonar a aquel hombre, equivocado o no, orgulloso o no, testarudo o no?
-Había venido aquí para discutir el divorcio.
-¿El divorcio? -repitió Nick, angustiado.
-Eso es.
-Vuelve a casa, por favor. Ahora tengo una reunión muy importante, pero dame otra oportunidad. Hablaremos cuando vuelva esta noche.
Miley suspiró. Le daría otra oportunidad. Al amor siempre hay que darle oportunidades.
-De acuerdo.
-Su Alteza desea volver a casa, Latif -anunció Nick, aliviado.
Miley estaba tan sorprendida de que la hubiera llamado Alteza que casi se chocó con Latif en el pasillo.
-¿Soy una princesa de verdad?
-Lo es -contestó el hombre-. El regalo de poseer ese título solo depende del príncipe. Usted es la segunda princesa en la historia de Jumar.
-¿En serio?
Latif, sonrió. Evidentemente, aquel era un tema que lo interesaba.
-La madre del príncipe Nick disfrutó de ese título tras el nacimiento de su hijo. Pero pienso que es buena idea que Su Alteza le haya otorgado el título inmediatamente.
-Ah, ya veo.
-Puede que le interese saber que ahora puede sentarse en público cuando esté en presencia del príncipe y que puede caminar a su lado sin que nadie diga que es una falta de respeto.
Miley miró al hombre, atónita. ¿Las mujeres de Jumar seguían soportando ese tipo de actitud? ¿Dónde se había metido? Y según Nick, Jumar era un país muy civilizado...
-Sí -sonrió Latif, satisfecho-. Eso marcará un precedente en esta parte del mundo.
Y ella marcaría muchos otros, pensó Miley. Muchos otros.

Después de cenar con los niños, bañarlos, leerles cuentos y enviarlos a la cama, Miley se sentía más relajada.
A las ocho, Nick entró en el salón y le ofreció una sonrisa angelical.
-Voy a darme una ducha. ¿Quieres ducharte conmigo?
-Ya me he duchado, gracias.
-Solo estaba probando, tonta -sonrió Nick-. No quería insultarte.
Ella esperó diez minutos y después, nerviosa, subió al dormitorio. El grifo de la ducha estaba abierto y decidió esperar en la puerta, pero en cuanto oyó que lo cerraba, entró en la habitación.
-¿Por qué no te divorciaste de mí hace un año?
Nick salió de la ducha, echándose el pelo hacia atrás, desnudo y perfectamente cómodo consigo mismo.
-Porque no quería romper el lazo que tenía contigo. Y me temo que no tengo buenas noticias sobre ese tema.
-¿Qué quieres decir?
-Hace algún tiempo se le pidió consejo sobre el divorcio a los jueces del Tribunal Supremo de mi país y esta tarde me he enterado de algo que no sabía. Ninguno de mis antepasados pidió nunca el divorcio. Por lo tanto, el mío sería el primero de un gobernante de Jumar. No hay ley, no hay caso, no hay nada -dijo Nick tranquilamente.
-Pero... no entiendo. Dijiste que sería muy fácil divorciarte de mí.
-Podría hacerlo cualquiera de mis súbditos. Pero yo no. Cuando te dije aquellas furiosas palabras un año atrás, no tenía ni idea de que no podía divorciarme. En realidad... estaba tan furioso que no sabía lo que estaba diciendo -admitió él, entre dientes.
-Entonces, ¿no podemos divorciarnos?
-Presumiblemente, los jueces encontrarían tarde o temprano la forma de hacerlo, pero... es que yo no quiero divorciarme.
-¿Desde cuándo no quieres divorciarte? Además, ¿no habías pedido consejo sobre el asunto a los jueces?
-No fui yo. Fue mi padre. Lo hizo unos meses antes de morir.
-¿Tu padre?
-Yo no sabía que había pensado divorciarse de la madre de Franky, pero parece que era así. Ha sido Latif quien me ha informado sobre ello -dijo Nick, envolviendo una toalla en su cintura. -Yo no quiero el divorcio, Miley. Hasta ayer eras feliz...
-Ayer no sabía que no podíamos divorciarnos.
-Mientras creías ser mi amante has sido feliz. ¿No podrías serlo como mi esposa?
-No lo sé -contestó ella-. Sería algo nuevo para mí. Y todas esas costumbres tan anticuadas...
-Miley, estoy empezando a perder la paciencia -la interrumpió él entonces.
-¿Tú estás perdiendo la paciencia? ¿Y qué pasa con la mía? ¿No he tenido yo paciencia contigo? ¿No he intentado olvidar que me hayas hecho culpable de un chantaje en el que no tuve nada que ver?
-Perdona, tienes razón. Es que no entiendo por qué quieres divorciarte ahora. Dijiste que querías ser mi esposa porque me amabas y...
-¿Y por qué no te paraste a pensar un momento el año pasado, Nick? ¿Por qué las cosas tienen que ser como tú quieres, cuando tú quieres? -le espetó Miley, indignada.
Si quería que su relación con Nick ibn Zachir funcionara, tenía que dejar muy claro cuál era su sitio. Y su sitio estaba justo al lado de él. Ni un paso atrás.
-Aunque tu padrastro no hubiera intentado chantajearme, me habría casado contigo. Pero él lo estropeó todo, lo ensució todo...
-Aun así, deberías haberme creído, deberías haberme escuchado. Tengo todo el derecho a querer el divorcio. No es fácil estar contigo, Nick.
-Supongo que sí. Pero te olvidas de Franky. Él no es tan fuerte como yo. ¿Cómo crees que va a soportar una nueva pérdida en su vida?
Después de eso, Miley perdió todas las ganas de pelear. El pobre niño...
Además, Nick le había pedido perdón, le había dicho que no quería el divorcio, estuvo con ella durante toda la noche en el hospital, compungido.
Pero no le había dicho que la amaba. Quizá solo quería que permanecieran juntos porque tenía tres niños a su cargo, unos niños a los que ella había ofrecido su cariño... y a los que tendría que abandonar si decidía volver a Londres.
-Nick...
-¿Qué?
-No quiero hacerle daño a los niños -contestó Miley, sinceramente.
-Los niños. Veo que te importan mucho y... me alegro -murmuró él.
Después, empezó a vestirse, silencioso. Pobre Nick. Se sentía dolido porque pensaba que él no era lo más importante. Si supiera... Pero Miley necesitaba saber que él la amaba, necesitaba oírlo. Y hasta que Nick no se olvidara de su orgullo de príncipe árabe y se lo dijera, no pensaba caer rendida en sus brazos.
-Nick...
-Ojalá pudiera decir algo profundo, pero nuestra relación ha sido una comedia de los errores y no tengo palabras. ¿Qué voy a hacer con la yegua?
Miley lo miró, estupefacta.
-¿De qué estás hablando?
-De la yegua. Era una sorpresa para ti... Delilah, la yegua que tuviste que vender el año pasado. La he comprado, pero hasta que tengas un establo donde guardarla...
Miley se sintió tan conmovida por aquella inesperada sorpresa que tuvo que dejarse caer sobre un sillón. Cuando por fin consiguió levantarse, él se había ido.
Realmente, había desaparecido porque nadie podía darle noticias de su paradero.
Miley pidió a Latif que acudiera a palacio y después de darle muchas vueltas al asunto, sin decir nada claro, el hombre dijo que la llamaría cuando supiera algo.
-Pero no debe preocuparse. El príncipe Nick está a salvo.
-Yo solo quiero saber dónde está.
-Su Alteza suele ir a ciertos sitios secretos cuando desea estar solo. Puede que esté en la playa o en el desierto. Puede que esté conduciendo por la ciudad...
-¿Y cómo está tan seguro de que se encuentra a salvo cuando ni siquiera sabe dónde está? -preguntó Miley, irritada. Latif no contestó. Se limitó a mirar la exquisita alfombra persa-. Nunca puede estar solo, ¿verdad?
-Nunca. Es un príncipe.
-Pero supongo que alguien lo vigila sin que sé dé cuenta.
-No hay razón para preocuparse -le aseguró Latif-. Entendemos que el príncipe Nick debe soportar muchas restricciones en su vida y a veces necesita estar solo. Sigue siendo un hombre joven y nunca ha podido disfrutar de la libertad que disfrutó su padre porque los tiempos han cambiado mucho. Pero si me pregunta dónde está, mi obligación es decírselo, Alteza. 

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