-No puedes ganar -susurró él entonces, tumbándose a su lado con la lentitud de un depredador-. Eres mi mujer, aziz.
-Mientras yo quiera -dijo Miley entonces.
Nick estaba desabrochando su vestido y se quedó parado.
-No pienso aburrirte por ahora.
-Eso es lo que tú crees...
Él abrió el vestido como si estuviera descubriendo un regalo. Miley no llevaba sujetador.
-No me sorprende que la discusión de anoche con los jeques no pudiera retener mi atención - susurró con voz ronca, pasando la mano por sus pechos-. Eres exquisita...
-Es normal que lo pienses después de un año de celibato.
-¿Y tú qué sabes? Hace unos días eras virgen -sonrió Nick.
-Solo estaba dando mi opinión.
-Eres muy joven.
-Entonces, ¿crees que otros hombres también me encontrarían exquisita? -lo retó ella.
-¿Porqué me haces esa pregunta?
-Te estoy devolviendo la que tú me hiciste hace un año. ¿Recuerdas que me preguntaste a cuántos hombres había invitado a mi casa?
-Estaba enfadado y...
-¿No me digas? Yo creí que solo querías hacerme sentir como una libertina.
Nick sujetó su cara entre las manos y poseyó su boca con tal fuerza que Miley casi olvidó de qué estaban hablando.
-Tú no eres una libertina.
-Claro que no. Y, desde luego, te salí muy cara. ¡Medio millón de libras!
-No quiero hablar de ese dinero.
-No quieres hablar de nada que te incomode.
El maldito dinero. El que se había quedado su padrastro, el que había costado sacar a Trace de la cárcel...
Nick trazó sus labios con un dedo.
-Por fin estamos juntos. Piensa solo en eso.
Cuando volvió a besarla, el deseo se vio intensificado por los sentimientos que aquel hombre despertaba en ella. Lo amaba. Lo deseaba. Enfebrecida, como él, lo tocaba por todas partes, disfrutando de la tensa piel masculina con sus dedos. Temblando bajo la exploración, Nick la colocó sobre él para buscar su boca.
-Me vuelves loco -murmuró con voz ronca.
-Y tú a mí.
Incluso respirar era un reto con las expertas manos del hombre explorando su cuerpo. La excitación creció tan rápido que Miley perdió la cabeza, moviéndose sobre él, abriendo las piernas para él. El deseo nunca había sido tan fuerte, nunca antes la había calado de tal forma. Su corazón latía con violencia, no podía respirar, no podía esperar, solo podía concentrarse en una cosa...
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