jueves, 10 de noviembre de 2011

Chantaje a un Amor cap - 17

Nick se había marchado cuando Miley despertó, a las siete de la mañana. Cuando volvió a cerrar los ojos, se asustó al escuchar un ruido que parecía llegar de debajo de la cama...
Era Franky, que saltó sobre ella, en pijama.
-¡Soy un fantasma! ¿Te he asustado?
-Tonto -rio ella.
-¿Podemos ir de merienda al campo?
-Es posible -contestó Miley, tumbándose de nuevo-. Déjame dormir un rato, Franky.
El niño se metió entre las sábanas y se pegó a su espalda.
-No tengo sueño.
-¿Has visto a Nick esta mañana?
-He visto el helicóptero -contestó el niño, haciendo el ruido de las aspas-. A mí no me gusta que Nick monte en helicóptero porque se puede caer del cielo y se moriría...
-No te preocupes. Nick no va a morir en el helicóptero. Es muy buen piloto.
Sabiendo que no iba a poder volver a cerrar los ojos, Miley se dio la vuelta y empezó a hacerle cosquillas al niño, que reía como loco.
Pensaba que Nick volvería por la noche, pero no fue así. Apareció al día siguiente, por la tarde.
Después de haber jugado durante horas, Franky y las niñas por fin se habían echado la siesta. Agotada y sudorosa, Miley se quitó los zapatos y se sentó al borde de una fuente rodeada de árboles que le daban sombra. La sensación del agua fresca en las piernas era una delicia. Se subió el vestido por encima de las rodillas para que no se le mojara y pataleó en el agua, observando las gotas brillantes a las que el sol otorgaba los colores del arco iris.
Cuando levantó la cabeza, se sobresaltó al ver a Nick a unos metros de ella. Sus ojos dorados la miraban con humor y Miley se quedó mirándolo, como hipnotizada. Era tan hermoso a la luz del sol, tan masculino, tan embriagador...
-Estás preciosa -sonrió el hombre, alargando la mano para ayudarla a levantarse.
-Te estabas riendo.
-No he podido reírme mucho durante las últimas veinticuatro horas -le confió Nick, mirándola con intensidad-. He estado despierto toda la noche escuchando a dos ancianos discutiendo sobre unas leyes tan antiguas que ya no tienen ningún valor. Pero ahora me alegro porque por fin he podido venir a verte.
-Mis zapatos...
Miley no podía apartar la mirada del traje beige que parecía hecho a su medida, resaltando los poderosos hombros y la anchura de su torso. El color claro acentuaba su piel morena. Tenía que reconocer que Nick ibn Zachir era el hombre más atractivo que había visto nunca.
-No te preocupes por los zapatos... aunque sin ellos eres aún más bajita -sonrió él, tomándola por la cintura-. Apóyate en mí.
-No me hace falta.
-Por favor...
-Puede andar solita, gracias.
De repente, Nick la levantó como si fuera una pluma e inclinó su orgullosa cabeza para besarla en el cuello.
-Ya sé que puedes andar solita -susurró, sentándose en un banco de piedra, sin soltarla-. Pero quiero estar contigo.
-¿Te has preguntado si yo quiero estar contigo? -preguntó ella, intentando disimular el placer que le producía estar en los brazos del hombre.
-¿Qué quieres decir?
-Que no podemos dejar las conversaciones a medias.
Nick se puso tenso.
-He estado pensando en lo que dijiste la otra noche. Es posible que te haya juzgado mal...
-Fue Billy quien se gastó el medio millón de libras. ¡Y te lo mereces! Supongo que el cheque estaba a su nombre.
-Naturalmente. Yo pensaba que vivías con tu padrastro y que él se encargaba de tus gastos.
-Billy no se ha encargado de mí en toda su vida. No vivía con nosotros. Tenía su propio apartamento en Londres y ni siquiera cuidó de mi madre...
-No es eso lo que me contaste sobre tu familia cuando te conocí.
-Claro que no -reconoció Miley-. ¿A quién le gusta contar esas cosas si puede evitarlo? Billy se portó con mi madre como un canalla. Es un hombre egoísta, grosero y malvado.
-¿Y por qué se casó tu madre con un hombre así?
-Si lo lamentó alguna vez, a mí no me lo dijo -suspiró ella-. Y la verdad es que tampoco la trató mal. Simplemente, no estaba con ella. Pero, misteriosamente, el dinero de mi madre desapareció.
-Trace me dijo una vez que tu padre había hecho inversiones desastrosas. Es posible que Billy no sea responsable por la desaparición del dinero.
-¿Trace te dijo eso? ¿Y por qué nadie me lo ha dicho a mí? -exclamó Miley, irritada.
-Lo siento. Veo que no he cumplido con mis responsabilidades.
-No tenías por qué hacerlo. Que yo sepa, nunca he sido tu mujer.
Después de decir eso, Miley se levantó y tomó el camino que llevaba a palacio. Pero había olvidado que no llevaba zapatos y cuando se clavó las piedrecillas en los pies, lanzó un grito.
-¿Te has hecho daño?
-¡Sí!
Nick sonrió.
-Una princesa debe portarse con dignidad.
-¿Te importaría darme mis zapatos?
Nick tiró de ella y volvió a sentarla sobre sus rodillas, buscando su boca con ansia.
-Toma tus zapatos, Cenicienta -le dijo él unos segundos después, inclinándose para ponérselos.
-Yo no soy Cenicienta. Ella se casó con un príncipe y lo único que yo he conseguido es una rana.
-¿Perdona?
-Ya me has oído.
Nick soltó una carcajada.
-¿Sabes lo que voy a hacer ahora mismo?
-No -contestó ella.
-Voy a llevarte a mi dormitorio. Te voy a quitar la ropa y después voy a hacerte el amor apasionadamente -admitió él con toda tranquilidad.
Miley lo miró, disimulando una sonrisa. Ella también lo deseaba.
-El deber me llama -dijo, suspirando.
-Has cambiado mucho -rio Nick.
-¿Ah, sí?
-Ahora bromeas sobre compartir mi cama.
-Te molesta, ¿verdad? En lugar de sentirme castigada por tu venganza, lo estoy pasando bien.
-Ya no pienso en la venganza.
-Tampoco yo. Intento tomarme esto como unas vacaciones.
Si Nick esperaba volver a oír que le había roto el corazón, iba a llevarse una sorpresa. Mileye no era ninguna víctima.
-¿Una luna de miel?
De nuevo descubría sus sentimientos. En el fondo, su príncipe era un niño.
-Sin comentarios.
Diez minutos después, Miley se quitó los zapatos y se tumbó en la cama.
-¿Te importaría quitarme la pulsera del tobillo? Pesa mucho.
Nick clavó en ella sus ojos dorados.
-Me gusta que la lleves.
-¿Incluso cuando meto los pies en el agua?
Él se quitó la chaqueta y la corbata sin dejar de mirarla. Miley se estiró, indolente, sabiendo que no podía apartar los ojos de ella. Le gustaba esa sensación de poder.
-Estás intentando luchar contra mí.
-¿Y qué esperabas?
Después de desnudarse, Nick se acercó a la cama. El sol que entraba a través de las cortinas iluminaba su cuerpo de bronce, dejando a Miley sin aliento.

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