viernes, 22 de julio de 2011

Una deuda de Amor cap- 8

-Hasta mañana -dijo Gilda.
Boca abajo en la colchoneta, cubierta de sudor, Miley trató de asentir con la cabeza, pero ni pudo hacer ese movimiento.
-Estás fuera de forma -suspiró su verdugo mientras se iba-. Pero ahora que te he dado los ejercicios, podrás seguir por tu cuenta todos los días.
Todos los días. Miley contuvo un quejido, pero se forzó a sonreír agradecida. Gilda era dura y no tenía ni un ápice de sentido del humór, pero había trabajado con ella incansablemente para conseguir que hiciese todos los ejercicios con corrección. Horriblemente incansable.
Al quedarse sola, Miley se quedó dormida, pero unos pasos la despertaron. Levantó la cabeza y vio los brillantes zapatos de Fisher.
-¿Dónde quiere comer?
-Aquí está bien.
Le puso la bandeja en el suelo. Un plato lleno de ensalada verde y verduras crudas apareció a su lado.
-Nunca me ha gustado la ensalada.
-Es una dieta desintoxicante, creo -comentó Fisher-. A media tarde le toca un pomelo entero.
La papilas gustativas de Miley tuvieron un escalofrío, pero tenía tanta hambre que mordisqueó un tallo de apio.
-Me gustan los carbohidratos, la pasta, la carne, la tarta de chocolate...
Un par de zapatos italianos hechos a mano apareció en su campo visual.
-Pero no puedes hacer trampa.
-Pensé que estabas en el banco -dijo Miley acusadoramente.
-Mi intención es controlar este proyecto. Y por suerte he venido, porque Gilda se ha ido y aquí estás, tirada sin hacer nada como si estuvieras de vacaciones.
-¡Me siento tan débil que no me puedo mover!
Nick se puso de cuclillas a su lado con agilidad.
-He mirado tu examen médico del banco. Estás en perfectas condiciones físicas. No hay motivos por los que no puedas seguir un programa para ponerte en forma -los oscuros ojos la asaltaron como un choque frontal-. ¿Por qué no te pusiste la ropa que te mandé?
Parecía todo tan pequeño que no le había dado la gana hacer el esfuerzo de ponérselo frente a Gilda.
-Necesito comer para tener energía.
Nick le dirigió una fría mirada de reproche.
-Tienes la actitud equivocada. Antes de empezar, ya te das por vencida, y por eso, ni lo intentas.
-Seguiré el programa... ¿Vale?
-No, no me vale. Quiero que te comprometas un ciento cinco por ciento -Nick la estudió con intensidad fulminante, la mandíbula rígida-. Recuerda lo que esto me cuesta. La suma total de tus deudas era considerable. Si no lo has entendido hasta ahora, entiéndelo de una vez. Te lo tienes que ganar.
Miley palideció y no pudo sostenerle la mirada.
-Yo... Yo...
-Si empiezas a flaquear, me tendrás aquí tomándote el tiempo. Y si te parece que Gilda es dura, es que no sabes lo que es bueno.


-¡Qué alegría verte! -exclamó Liam esa tarde, levantándole la moral cuando llegó a su casa.
Tímidamente se retiró el flequillo de los ojos y le sonrió.
Alto, delgado y rubio, Liam respondió con un amistoso puñetazo en el hombro y le mostró la cocina.
-Unos amigos se quedaron un par de días. ¡Mira qué desastre me han dejado! -se quejó.
-Te lo arreglo en un periquete -le dijo Miley con entusiasmo.
Cuando salía, Liam la miró y frunció las cejas. Haciendo una pausa en la puerta, la miró.
-¿Te has hecho algo en el pelo o cambiado el maquillaje?
-No, no llevo maquillaje -se envaró Miley.
-Debe ser el color de tus mejillas. Casi diría que estás bonita.
Liam meneó su elegante cabeza, como sorprendido por haber hecho tal descubrimiento y se fue, dejándola que se ocupara de las montañas de platos sucios que se apilaban en todas las superficies posibles.
Casi bonita. El primer cumplido que Liam se dignaba a hacerle. Miley se quedó en el centro de la mugrienta cocina con una expresión soñadora en la cara. Quizás la dieta desintoxicante ya empezaba a funcionar si Liam por fin se había dado cuenta de que era una mujer...
Sintiéndose como alguien con una misión que transformaría su vida, Miley se juró estar en el gimnasio a primera hora la mañana siguiente. Canturreando alegremente, lavó los platos, fregó el suelo y limpió el fogón.
-¡No sé cómo lo logras! -exclamó Liam apreciativo mientras se ponía la chaqueta del elegante traje-. ¿Qué haría sin ti, Miley?
Miley esbozó una sonrisa radiante.
-Me voy, pero no es necesario que te des prisa -le aseguró Liam-. Y si encuentras un minuto para pasar la aspiradora en el salón, te lo agradecería.
-No hay problema -se apresuró a decirle-. ¿Ya funciona la lavadora?
-No. El técnico viene el miércoles.
Miley lo siguió hasta la puerta de entrada con aspecto de estar pisando suelo sagrado.
-¿Una cita? -preguntó con estudiada indiferencia.
-Sí. Es guapísima -rió Liam-. ¡Hasta luego, Miley!
Miley llegó a la imponente casa de Nick Jonas después de las diez, porque no quiso irse del apartamento de Liam sin haber antes lustrado todos los muebles y aspirado cada centímetro de la alfombra. Tocó el timbre y respondió al saludo de Fisher con una sonrisa ausente antes de dirigirse a su habitación.
Nick, que salía de una de los elegantes salones de recepción, la tomó totalmente por sorpresa.
-¿Dónde te habías metido?
-¿Per... perdona? -tartamudeó Miley.
-Esperaba un informe de tu progreso a las seis y ya te habías ido -informó Nick adusto.
-Oh... estaba con Liam -le dijo ausente, estudiando sus facciones. Una serie de estúpidas comparaciones se le ocurrían. Nick era más fuerte, más atlético que Liam, su piel de tono dorado, mientras que la de Liam era blanca. Nick llevaba un corte de pelo que moldeaba perfectamente su cabeza y el adorable pelo rubio de Liam caía sobre la frente... ¿Dios mío? ¿Qué hacía estudiando cada detalle de su apariencia, cuando antes ni se atrevía a mirarlo?
Tenía un aspecto tan inmaculado, tan perfecto... ¿Cómo lo lograba? Ahí estaba ella, con la camiseta manchada de fregar, el pelo revuelto por el viento y los zapatos sucios.
-¿Quién es Liam? ¿Tu novio?
-No, no tengo novio... Liam es sólo... Liam.
-¿Liam? -preguntó Nick impaciente, elevando una ceja azabache.
-liam hemsworth -la mirada de sus ojos azules se hizo más ausepte todavía-. Yo lo quiero, pero él no me mira con esos ojos, aunque creo que está a punto...
-Y yo estoy a punto de que me dé un ataque. Espero que no le hayas dicho nada de nuestro acuerdo particular.
-Oh, no. Liam y yo no tenemos ese tipo de conversación. Nada profundo.
La puerta del salón de donde había salido Nick se abrió y una rubia preciosa que llevaba un elegante vestido negro de tirantes se asomó.
-¿Problemas con el servicio, Nick?
Nick distrajo su frustrada atención de Miley para sonreírle.
-No te preocupes, Delta.



Miley se fue a su habitación y saludó a Spike en su canasta. Luego le dio de comer a Nick, el pez, sintiéndose culpable de que estuviese solo en la pecera. Seguro que se había comido a sus dos compañeros anteriores porque eran del sexo equivocado. Era un pez agresivo. Quizás la llegada de una hembra lo transformase.
Mientras se ponía el ajustado pijama de pantaloncitos cortos, luchó contra el convencimiento de que si no comía pronto, el estómago se le quedaría pegado a la columna. Después de todo, ahora tenía una meta clara, un objetivo real. Liam valía el compromiso de ciento cinco por ciento que César pretendía. Se dedicaría en alma y cuerpo al programa de Gilda.
Pero el hambre la hizo revolverse en la cama, incapaz de dormir.
A la una, se levantó con una decisión súbita. Una manzana, una tostada, una taza de té con una gotita de leche. Seguro que eso no se notaría en la balanza.
Miley bajó a la cocina por la casa oscura y silenciosa. Abrió la nevera y se arrodilló ante ella, mirando la variedad de tentaciones disponible.
Un pecadillo. Un sándwich. No le pondría mantequilla, negoció consigo misma. ¿Qué tal una rebanada fina de queso con una tostada y esa salsa... o quizás...?
-¿Se puede saber a qué estás jugando? 

1 comentario:

  1. oooooooooooooohhhhhhhhh por q la dejas ahi q mala soss subi pronto otro cap i yo te subo un monton de comentrios te gusta la propuesta

    ResponderEliminar

Lindos coments