viernes, 22 de julio de 2011

Chantaje a un Amor cap -1

En su villa del sur de Francia, el príncipe Nick ibn Zachir, jeque supremo y gobernante de uno de los países más ricos del golfo pérsico, el emirato de Jumar, dejó el móvil y se volvió hacia su ayudante de confianza, Latif.
-¿Ocurre algo? -preguntó, al observar el rostro preocupado del hombre.
-Siento molestarte... -empezó a decir Latif, dejando un archivo sobre la mesa-, pero he pensado que debía llamar tu atención sobre este asunto.
Sorprendido por la aparente incomodidad de su ayudante, Nick tomó el archivo. El primero de los documentos contenía un detallado informe del jefe de policía de Jumar sobre cierto extranjero que había sido encarcelado por desfalco. Nick se quedó inmóvil, los ojos dorados ensombrecidos de incredulidad. Era Trace Cyrus, el hermano mayor de Miley.
Otro Cyrus culpable de deshonestidad y engaño. Mientras leía la explicación de los acontecimientos, que habían terminado con el arresto de Adrian, su rostro bronceado se endureció en una mueca de disgusto. ¿Cómo se había atrevido el hermano de Miley a crear una inmobiliaria fraudulenta para engañar a los ciudadanos que él, Nick ibn Zachir, había jurado proteger?
Amargos recuerdos lo turbaron entonces, recuerdos que había tardado doce meses en olvidar. ¿Qué hombre quiere recordar sus propios errores? Miley, con su falsa inocencia, le había tendido una trampa como una vulgar buscavidas. ¿El cebo? Su hermosura. ¿La amenaza cuando la trampa se había cerrado? El escándalo. El jeque de Jumar ejercía un poder casi feudal sobre sus súbditos, pero incluso en el siglo XXI, Nick ibn Zachir aceptaba que era su obligación mantener un estilo de vida conservador. Y un año antes, no tuvo elección porque su padre, Hamza, sufría una enfermedad terminal...
Volviendo al presente, Nick respiró con fuerza para calmar su ira. Al contrario que muchos otros miembros de familias reales de Oriente Medio, él no había estudiado en Occidente. Había sido educado como sus antepasados, con tutores privados y en escuelas militares, entrenándose para sobrevivir en el desierto con fuerzas especiales británicas. A los veintidós años, piloto experto en todas las formas de combate, había logrado convencer a su padre de que, aunque la habilidad de conducir a su pueblo a una supuesta guerra era importante, cien años de paz con sus vecinos sugerían que un título universitario en economía le sería de mejor uso.
Nick había descubierto que tenía un talento natural para las finanzas y, con sus estudios, enriqueció aún más los cofres de Jumar, un país tan fabulosamente rico que sus ciudadanos tenían la mayor renta per cápita del mundo. Y después de conocer las democracias de los países occidentales, también empezó a entender a las liberadas mujeres europeas. Y se había quedado absolutamente fascinado cuando conoció a Miley Cyrus...
-¿Cómo deseas que actúe en este caso? -le preguntó Latif.
-No hagas nada. Deja que los tribunales se ocupen del asunto.
-Me temo que Trace Cyrus no podrá pagar una fianza.
-Ese es su problema -suspiró Nick. Después de un largo silencio, Latif se aclaró la garganta-. No te preocupes. Sé lo que estoy haciendo.
Incómodo con aquella respuesta, el hombre hizo una reverencia y salió del despacho. Nick entendía la incomodidad de su ayudante. Que Trace Cyrus estuviera en una cárcel de Jumar lo hacía enfrentarse con realidades en las que no había querido pensar durante un año. Su orgullo, su rabia al saber que había sido engañado nubló durante algún tiempo su sentido común. Pero era hora de olvidarse de Miley Cyrus y seguir adelante.
Debería haberlo hecho antes. Aquella no era una situación que pudiera dejar sin resolver. Particularmente, cuando después del accidente de avión que había diezmado a su familia, tenía la responsabilidad de criar a tres niños huérfanos. Necesitaba una esposa, una mujer buena y maternal. Era su obligación casarse, se recordó a sí mismo. Pero no estaba muy ilusionado con la idea.
Dejando a un lado el archivo de Trace Cyrus, Nick se echó hacia atrás en la silla, mirando hacia la pared con sus penetrantes ojos chocolates. Los Cyrus y el patán de su padrastro, Billy, eran un trío de estafadores sin escrúpulo alguno. ¿A cuántos hombres habría engañado Miley? ¿A cuántas personas habría arruinado Billy? Y Adrian, el único de los tres al que había creído honesto, también era un corrupto. Todos ellos debían ser castigados.
Nick imaginó el halcón que era el emblema de su familia, sobrevolando el desierto en busca de su presa. Una sonrisa fría se formó en sus labios. No había razón para no golpear en busca de justicia. No había razón para no aprovecharse de las circunstancias y pasarlo bien al mismo tiempo...


Miley estaba sentada junto a su padrastro en el asiento trasero del taxi. Pequeña y delgada, se sentía mermada al lado del hombre.
Hacía mucho calor y tras el largo vuelo desde Londres, estaba agotada. El taxi, que volaba sobre las limpias calles de Jumar, los llevaba a la cárcel donde Trace, su hermano, estaba detenido. Si no hubiera estado tan preocupada por su hermano y no tuviera tantos problemas económicos, se habría negado incluso a compartir taxi con Billy Ray.
Seguía sorprendiéndola sentir tal repugnancia por otro ser humano. La lealtad no era suficiente para perdonar al hombre que la había arrastrado con él, haciéndola perder la confianza del príncipe Nick ibn Zachir. Y tampoco podía perdonarse a sí misma por estar tan fascinada que ni siquiera se cuestionó la inesperada petición de matrimonio por parte del jeque un año antes.
-Esto es una pérdida de tiempo -empezó a decir Billy, pasándose un pañuelo por la sudorosa cara-. ¡Tienes que ir a ver al príncipe Nick y pedirle que libere a Trace!
Miley se puso lívida, su palidez acentuada por el cabello castallo.
-Yo no puedo...
-¿Y si Trace contrae alguna infección en esa cárcel? Ya sabes que no es un hombre muy fuerte.
Miley sintió que se le formaba un nudo en la garganta porque en la melodramática advertencia había mucho de verdad. De niño, Trace tuvo leucemia y, aunque se había recuperado, solía caer enfermo a menudo. Su delicada salud había destrozado su carrera en el ejército, obligándolo a meterse en el mundo de los negocios, un mundo que desconocía. Por eso había terminado en la cárcel.
-En la embajada nos han asegurado que lo están tratando bien.
-Sí, pero por ahora no hay fecha de excarcelación. Si fuera un hombre supersticioso, creería que tu guerrero del desierto nos ha hecho un maleficio -se quejó amargamente Billy-. Hace un año estaba forrado de dinero y ahora mírame, estoy prácticamente arruinado.
Lo que se merecía, pensó Miley. Su padrastro pasaría por encima de cualquiera y haría cualquier cosa para ganar dinero. Pero había una sorprendente excepción a esa norma: Trace, que era para él casi como un hijo propio. Era irónico que Billy hubiera sacrificado su propia seguridad económica intentando mantener a flote el negocio de su hermano.
La prisión estaba a las afueras de la ciudad, una fortaleza rodeada de altos muros de piedra y torres de vigilancia. Nerviosos, tuvieron que esperar algún tiempo en una sala con asientos de plástico frente a una pared de cristal. Miley se dio cuenta entonces de que los presos no podían mantener contacto físico con las personas que los visitaban.
Pero cuando Trace  apareció, su sorpresa fue mayúscula. Había perdido tanto peso que el uniforme de la prisión le colgaba por todas partes y tenía los ojos enrojecidos. Su palidez la alarmó.
-No deberías haber venido, Miley -le dijo su hermano a través el teléfono que comunicaba las dos estancias-. He sido yo quien se ha metido en este lío. Confié demasiado y dejé que Lizzie gastara dinero como si no pudiera acabarse nunca. Así es como vive la gente aquí... te vuelves loco intentando ser como ellos.
-¡Iré a hablar con los periódicos en Londres y montaré tal escándalo que tendrán que sacarte de aquí! -exclamó Billy.
Trace miró a su padrastro con gesto horrorizado.
-¿Estás loco?
Miley tomó el teléfono, sus ojos azules llenos de ansiedad.
-No tenemos dinero suficiente para pagar la fianza. Tu abogado fue a buscarnos al aeropuerto y nos dijo que no podía seguir defendiéndote, que el caso estaba cerrado. Tienes que decirnos qué podemos hacer para sacarte de aquí.
-No podéis hacer nada -dijo Trace, derrotado-. ¿No os dijo mi abogado que no hay apelación posible en mi caso? ¿Cómo están Lizzie y los niños?
Miley se puso tensa porque no podía darle buenas noticias. Después de que las autoridades la deportaran con sus dos hijos porque no tenía medios económicos, su cuñada Lizzie estaba sufriendo una horrible depresión.
-Pues...
-¿Tan mal está? -preguntó entonces Trace-. ¿No me has traído siquiera una carta suya?
-Es que está muy deprimida... -a Miley le dolía aumentar la preocupación de su hermano, pero no podía engañarlo-. Te echa mucho de menos, pero ahora mismo está intentado recuperarse para que los niños no sufran.
Los ojos de su hermano se humedecieron y Miley también tuvo que contener las lágrimas.
-Pobre Lizzie.
-¿Cómo estás tú?
-Más o menos... -murmuró Trace, bajando la mirada.
-¿Te tratan bien? -preguntó Miley, intimidada por los dos guardias armados que custodiaban la puerta.
-No puedo quejarme... pero esto es un infierno. Odio la comida, apenas hablo árabe y no hago más que vomitar -contestó su hermano con voz temblorosa-. Pero hagas lo que hagas, no dejes que Billy hable con los medios de comunicación porque eso me convertiría en un objetivo de los propios presos. Aquí se toman cualquier crítica sobre Jumar como si fuera una crítica personal al mujeriego de su gobernante, el príncipe Nick...
Con un abrupto movimiento, uno de los guardias que lo custodiaban dio un paso adelante y le arrancó el teléfono de las manos.
-¿Qué pasa... qué hace? -exclamó Miley, aterrada.
Pero era como si ella y su padrastro fueran invisibles. El guardia se llevó a Trace sin decir una palabra.
-¡Seguro que esos matones se lo llevan para darle una paliza! -exclamó Billy, angustiado.
-Tranquilo -intentó calmarlo ella, intentando disimular su miedo-. Ninguno de esos hombres le ha puesto la mano encima...
-¡Porque estábamos nosotros delante! ¿Cómo sabemos lo que le están haciendo ahora?
Esperaron diez minutos para ver si Trace reaparecía, pero no fue así. En su lugar, un hombre vestido de uniforme entró para hablar con ellos.
-La señorita Cyrus, supongo.
-¡Quiero saber qué está pasando aquí! -demando Billy agresivamente.
-Las visitas son un privilegio que ofrecemos a los parientes de los presos, no un derecho. Su visita ha terminado porque no permitimos que se hable de nuestro gobernante en términos ofensivos -explicó el hombre-. Pero le aseguro que aquí no maltratamos a los presos. Jumar es un país civilizado. Pueden solicitar otra visita dentro de unos días.
Miley se dio cuenta de que todo lo que hablaban era controlado por micrófonos y murmurando unas palabras de agradecimiento, sacó a su padrastro de allí para que no agravara más la situación.
Billy fue maldiciendo durante todo el camino y Miley se sintió aliviada porque el taxista no parecía entender los insultos que lanzaba contra Jumar y los ciudadanos de ese país. Hablar mal del príncipe Nick en público era un riesgo que no debían correr. Cuando llegaron al hotel, su padrastro se dirigió al bar y ella tomó el ascensor para subir a su habitación.
Lo único que podía ver era el rostro macilento de su hermano. Solo seis meses antes, Trace pensaba que haría fortuna en una ciudad famosa por sus florecientes negocios... Miley miró el teléfono que había en la mesilla.
«El número es fácil de recordar», le había dicho Nick una vez. «Nosotros instalamos el primer teléfono de Jumar, de modo que solo tienes que marcar el 1 para hablar con la centralita de palacio».
Miley cerró los ojos, con el corazón encogido. Sin embargo, el príncipe Nick parecía ser la única solución. En un país occidental, Trace sencillamente habría declarado que su empresa estaba en bancarrota y no habría sido encarcelado como si fuera un delincuente. No tenía más remedio que ponerse en contacto con Nick  y rogarle que liberase a su hermano. Él, como gobernante del país, podía hacerlo.
La idea de volver a ver a Nick la hacía encogerse de angustia, pero ¿cómo podía ser más importante el orgullo que la vida de su hermano? Acongojada, empezó a pasear por la habitación. ¿Querría Nick vérla? ¿Cómo podía pedirle aquel favor a un hombre que la despreciaba a ella y a su padrastro?
Miley se sentía incómoda en un país donde todo olía a dinero y poder. Y un año antes, se había sentido aún más incómoda con un hombre tan exótico como el príncipe Nick ibn Zachir. Había sido una tonta al pensar que su relación con un hombre tan complicado podría durar, a pesar de que ella no había tenido nada que ver con el sórdido intento de Billy de chantajearlo.
Miley marcó el número, pero el personal de la centralita de palacio solo hablaba árabe. Frustrada, colgó el teléfono y tomó su bolso. Del bolsillo interior sacó un anillo de oro con un jeroglífico grabado.
Con manos temblorosas, recordó el día que Nick le había puesto ese anillo en la Embajada de Jumar en Londres. ¿Cómo había podido creer que aquella era una auténtica ceremonia nupcial? Había sido una farsa para combatir la amenaza de Billy de involucrar al príncipe en un escándalo. Pero solo cuando aquella cruel farsa terminó, se dio cuenta Miley de que Nick solo quería humillarla.
Guardando el anillo en un sobre del hotel, Miley escribió una nota solicitando audiencia con el príncipe. Después, bajó a recepción para preguntar cómo podía enviar aquella carta lo más urgentemente posible. El recepcionista la miró, boquiabierto.
-¿Una carta para el príncipe Nick? -murmuró, mirando la nota que decía: CONFIDENCIAL. Ella asintió, intentando mostrarse segura de sí misma-. Uno de nuestros conductores la llevará, señorita Cyrus.
De vuelta en su habitación, Miley se duchó y se cambió de ropa. Unos segundos después, alguien llamó a la puerta. Billy. Decidida a ignorarlo, se sentó en la cama, pero su padrastro empezó a golpear como si quisiera tirar la puerta abajo y Miley se vio obligada a dejarlo pasar.
-Llama ahora mismo a Nick -dijo Billy, con voz pastosa por el alcohol-. Seguro que se emociona al ver que te tiras a sus pies. Y si eso no es suficiente para darle gusto al príncipe, adviértele que puedes contarle a los periódicos que te casaste y te divorciaste de él en un solo día.
Miley lo miró, horrorizada.
-¿De verdad crees que esa absurda amenaza haría que el príncipe dejara a Trace en libertad?
-Mira, puede que calculara mal con Nick el año pasado, pero ahora lo conozco bien. Tanto entrenamiento militar lo ha convertido en un tipo duro, pero también es un caballero y se enorgullece de serlo. Así que, primero míralo con cara de pena... -Billy observó su blusa azul y el pelo recogido-con cara de pena, pero un poco más arreglada.
Un golpecito en la puerta sirvió de afortunada interrupción. Era el director del hotel, que les hizo una reverencia como si de repente se hubieran convertido en sus clientes más importantes.
-Ha llegado una limusina para llevarla a palacio, señorita Cyrus.
Miley tragó saliva. No había esperado una respuesta tan rápida.
-Bajaré dentro de cinco minutos.
-¿Por qué no me has dicho que ya te habías puesto en contacto con el príncipe? -preguntó Billy, sorprendido.
Deseando escapar de la desagradable compañía de su padrastro, Miley tomó el ascensor y entró en la limusina.
Iba a tener que echarle valor, se dijo. Ella había vivido en una casa de campo durante casi toda su vida, saliendo muy poco y relacionándose solo con el círculo social de su madre. Billy se había casado con ella cuando Miley tenía cinco años. Incapacitada por el mismo accidente en el que habían perdido a su padre, Tish estaba confinada en una silla de ruedas y era una mujer muy solitaria. Pero también era una viuda acaudalada. Tras el matrimonio, Billy había seguido viviendo en su apartamento de Londres, argumentando que tenía mucho trabajo y solo pasaba algunos fines de semana con su nueva familia.
Miley nunca había ido al colegio como los demás niños. Tanto su hermano como ella habían sido educados por su madre, pero una vez que Trace superó la leucemia, Billy convenció a su madre de que tenía que estudiar con otros chicos de su edad. A los once años, Miley había encontrado valor para decirle a su padrastro que ella también quería ir al colegio.
«¿Y qué va a hacer tu madre sola todo el día?», le había espetado Billy entonces. «¿Cómo puedes ser tan egoísta? ¡Tu madre necesita compañía y tú eres lo único que tiene!»
Miley se quedó desolada a los diecisiete años, cuando murió su madre. Pero solo entonces se dio cuenta de que había vivido una vida poco normal para una adolescente. Durante una entrevista en la Escuela de Enfermería, los examinadores hicieron comentarios sobre su falta de experiencia en el mundo real. Si hubiera podido, Miley les habría dicho que, con Billy Ray en el papel de padrastro, tenía una gran experiencia en las tristes realidades de la vida...
Después de atravesar varias avenidas, la limusina paró frente a un edificio de piedra con una impresionante entrada rodeada de soldados. Miley se bajó del coche y después de subir las escaleras, entró en un gigantesco vestíbulo lleno de gente. No sabía hacia dónde dirigirse, pero un joven se acercó a ella haciéndole una reverencia.
-Señorita Cyrus, yo la llevaré con el príncipe Nick.
-Gracias. ¿Este es el palacio real?
-No, señorita Cyrus. Aunque la fortaleza Haja sigue perteneciendo a la casa real, Su Alteza permite que se use como edificio público -la informó su acompañante-. En la fortaleza están los juzgados, las salas de audiencias y los salones para recibir a dignatarios extranjeros. Aunque tiene oficinas aquí, el príncipe Nick vive en el palacio de Muraaba.
Miley contempló las hermosas columnas de piedra y los brillantes suelos de cerámica. La fortaleza Haja era un hervidero de actividad. Había mujeres con el rostro cubierto y otras con ropas occidentales, hombres con el turbante típico del país, el kaffiyeh, o vestidos con traje de chaqueta.
Tuvo que apresurar el paso para seguir al joven por los pasillos. Después de pasar por debajo de un arco típicamente árabe, se abrió una puerta de madera labrada custodiada por guardias armados y Miley entró, con el corazón acelerado. Lo último que esperaba era aparecer en medio de un patio rodeado de plantas exóticas y en cuyo centro había un pequeño estanque. Entonces escuchó pasos.
Era Nick.
Para desconcertarla aún más, iba vestido con ropa de montar a caballo; camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados, pantalones de montar de color beige que se pegaban a sus poderosos muslos y brillantes botas.
Miley había olvidado lo alto que era Nick y lo dinámica que era su presencia. Seguía siendo como un león a punto de atacar: magnífico, tremendamente seguro de sí mismo, la gracia de sus movimientos uno de sus más notables atributos. Poderoso y masculino. Su pelo negro rizado brillaba bajo el sol, su piel morena y sus ojos de color chocolate, brillantes e indescifrables. Era un hombre muy hermoso y Miley tuvo que hacer un esfuerzo para recuperar la compostura. Le latía el corazón con tanta fuerza que apenas podía respirar.
-Agradezco mucho que hayas querido recibirme tan pronto -dijo, con la boca seca.
-Por desgracia, no tengo mucho tiempo. Dentro de una hora, debo jugar un partido de polo -dijo Nick mirándola de arriba abajo-. Supongo que Billy no te habrá aconsejado ponerte pantalones para esta entrevista. ¿O con ese atuendo pretendías ganarte mi simpatía?
Ante el sarcasmo sobre su padrastro. Miley se puso colorada, pero intentó disimular.
-No he venido aquí para hablar de Billy.
-¿Ah, no? ¿ Y de qué has venido a hablar?
-De mi hermano.
-Ah, ya, claro. Pero hoy vienes vestida muy discretamente. No siempre vistes así, ¿no? Al menos, no el año pasado, cuando apareciste con un escote de escándalo...
-Nick, no quiero hablar de eso. Siento mucho lo que ocurrió, pero fue un malentendido.
El príncipe sonrió con una frialdad abrumadora. No era la carismática sonrisa que ella recordaba.
-¿Un malentendido? Supongo que lo que quieres decir es que hace un año no se te ocurrió pensar que tu querido hermano estaría en una cárcel de Jumar.
-Claro que no. Pero tú aprecias a Trace y sabes que lo han engañado, que esto no es culpa suya...
-¿Ah, sí? ¿El sistema legal de mi país te parece tan injusto? Yo no lo creo.
Reconociendo que era un error criticar el sistema judicial de Jumar, Miley decidió cambiar de táctica.
-No quería decir eso. Solo quería decir que Trace no ha cometido ningún delito.
-En Jumar es un delito dejar a empleados sin cobrar y clientes sin la casa que han pagado. Aunque solemos ser muy prácticos en tales casos. Lo único que Trace tiene que hacer es pagar las deudas que tiene con sus acreedores.
-Pero no tiene dinero... -dijo Miley, incómoda-. Trace hipotecó su casa para abrir la inmobiliaria y puso todo el dinero que tenía en ese negocio.
-Y después, vivió como un rey. Conozco las circunstancias del caso. Trace se portó de una forma frívola y extravagante.
-Cometió errores, de acuerdo, pero no lo hizo con intención de robar a nadie.
-Supongo que conocerás el término «irresponsabilidad delictiva» -dijo él entonces, indolente bajo un sol que a Miley le resultaba insoportable-. Dime, ¿por qué me has enviado «esto»?
Miley miró el anillo que Nick tenía en la palma de la mano y que tiró sin ceremonia al suelo, donde rodó hasta quedar inmóvil.
-Era una forma de llamar tu atención. No pude ponerme en contacto contigo por teléfono.
-¿Esperabas que fuera un sentimental recuerdo del día que te lo puse en el dedo?
Miley lo estudió durante unos segundos, en silencio. Debía meditar sus palabras. El objetivo era conseguir que dejara en libertad a su hermano.
Un año antes, su padrastro había intentado chantejearlo y Nick la creía una mercenaria como Billy. De modo que tendría que demostrarle que no lo era.
-Nick, he venido a hablar como dos personas civilizadas.
-Dime, Miley... ¿te ves a ti misma como mi esposa o como mi ex esposa?
Ella lo miró, sorprendida.
-Dejaste bien claro que la ceremonia nupcial había sido una charada. Sé muy bien que nunca fui tu esposa.
-Ah, ya entiendo. Sentía curiosidad por saber cómo te veías a ti misma.
-Solo estoy aquí para hablar sobre la posición de Trace.
-Trace no tiene posición ninguna -la interrumpió él-. El juicio ya se ha celebrado y solo pagar sus deudas podría sacarlo de la cárcel.
Se portaba como un extraño. Ni cortés, ni simpático, ni perturbado por el asunto. Era un Nick al que Miley no conocía, duro, distante, aterrador.
-Pero tú puedes hacer algo. Si quisieras...
-Yo no estoy por encima de la ley -volvió a interrumpirla el príncipe.
-Pero puedes hacer lo que quieras. ¿No es eso lo que hace un gobernante feudal?
-Yo no interfiero con las leyes de mi país. Es un insulto sugerir que podría abusar de la confianza de mis súbditos -replicó Nick, mirándola con censura.
Miley intentó no dejarse asustar. Aunque estaba a la sombra, sentía que su frente estaba perlada de sudor bajo el sofocante bochorno. Pero sabiendo que aquella era la única oportunidad que tendría de hablar a favor de su hermano, decidió insistir:
-Trace no puede trabajar para pagar sus deudas si está en la cárcel.
-Claro que no. ¿Billy y tú estáis tan arruinados que no podéis pagarlas por él?
-Mi padrastro se gastó todo su dinero intentando salvar el negocio de mi hermano. Y no me digas que no lo sabías -replicó ella. Estaba claro que conocía los detalles del caso, pero había decidido no intervenir-. Solo te ruego que busques alguna forma de ayudar a mi hermano porque no puedo pedírselo a nadie más.
-¿Quieres explicarme por qué debería ayudar a Trace ?
-Por humanidad, por compasión. Se supone que eres un caballero.
Nick levantó una aristocrática ceja.
-No cuando se trata de tu egoísta y poco honorable familia.
-¿Qué puedo decir para convencerte?
-Nada. No puedes decir nada -replicó él. El corazón de Miley se encogió-. ¿Por qué no me preguntas cómo podrías persuadirme para que pagase las deudas de Trace?
-¿Pagar sus deudas?
-Nos estamos quedando sin tiempo, así que te lo diré con toda claridad. Entrégate a mí y pagaré las deudas de tu hermano. Es muy sencillo.
«Entrégate a mí». Miley lo miró, los ojos azules abiertos de par en par, incrédula.
-¿Qué has dicho?
Nick observó su reacción con una sonrisa cínica.
-Sexo a cambio de dinero. Lo que una vez usaste como trampa para atraparme, pero no pudiste llevar a cabo.
Atónita, Miley se llevó la mano al cuello de la camisa, como si le faltara el aire. Nick miró su escote entonces con ojos incandescentes. La mirada lasciva del hombre despertó una respuesta física inesperada. Sin poder evitarlo, sintió que sus pezones se endurecían bajo la camisa y una candente sensación entre las piernas.
A pesar de su crudeza, a pesar de su grosero comportamiento, aquel era el hombre al que había amado un año atrás y Miley presentía que todo aquello era una fachada, casi una infantil forma de vengarse.
Tenía que pensar, tenía que concentrarse. Nick había dicho que no iba a mover un dedo para ayudar a su hermano y, a la vez, intentaba castigarla por lo que ocurrió en Londres.
Miley levantó la barbilla, orgullosa.
-Obviamente, ha sido un error pedir esta entrevista.
Una sonrisa cáustica iluminó las facciones del hombre.
-¡Qué pérdida para el mundo del cine! Esa mirada de orgullo mortalmente ofendido es soberbia.
-Deberías avergonzarte de ti mismo, Nick -le espetó ella, sin intimidarse.
Después, lanzó sobre él una mirada de desprecio y se dio la vuelta sin rebajarse a decir una sola palabra más. 

2 comentarios:

  1. la nove me re encanto subi mas porfa q esta muy buena y se puede q sea hot!!!!!!!les avisare amis amiga ya q ellas son fan niley!!!!!

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  2. hola me llamo CANDE y me encanta esta seri esta muy buna subi otro cap!!!!!!!

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