martes, 26 de julio de 2011

Chantaje a un Amor cap - 2

cap para mi valeeee hermosaa adoradis t dejo cap largo

Miley salió como una bala hacia el vestíbulo, se chocó contra alguien murmurando unas palabras de disculpa y acabó apoyándose en una de las columnas de piedra.
Estaba conmocionada. Pero también furiosa por tener los ojos llenos de lágrimas. Tragándose la angustia, miró alrededor para encontrar la salida.
-Permítame que le ofrezca un aperitivo -escuchó una voz masculina.
Miley se encontró con un hombre bajito al que conocía bien. Latif, el ayudante de Nick, a quien había visto varias veces el año anterior.
-Latif...
-Por favor, acompáñeme.
El hombre la llevó hasta un saloncito decorado a la europea. Agradeciendo el aire acondicionado, Miley se dejó caer en el sofá y buscó un pañuelo en su bolso.
Latif se quedó cerca de la puerta, a una distancia respetuosa, mientras varias criadas entraban en el salón llevando bandejas. Una por una, fueron sirviéndole café y típicos pasteles árabes para salir después caminando hacia atrás y haciendo exageradas reverencias. Presumiblemente, muchos visitantes y dignatarios extranjeros eran tratados con aquel servilismo, pero Miley se sentía incómoda.
-Creo que el calor la ha mareado -rompió por fin el silencio Latif-. Espero que se encuentre mejor.
-Sí, gracias -murmuró ella-. ¿Sabes cómo puedo ayudar a mi hermano?
-Le sugiero que vuelva a entrevistarse con el príncipe Nick.
¡Menudo consejo! Miley intentó no soltar una carcajada amarga. Desde luego, Latif no tenía ni idea de lo que había ocurrido entre ellos unos minutos antes. «Entrégate a mí». No había forma de malinterpretar aquella frase. Seguía estupefacta por aquella sugerencia. Que Nick, un hombre educado en la Universidad de Oxford, sugiriese aquella estupidez la dejaba perpleja.
Él seguía convencido de que, un año atrás, había querido acostarse con él por dinero. O, más bien, para chantajearlo, acusándolo públicamente de haber mantenido relaciones sexuales con una chica de dieciocho años. Pero ella no tuvo nada que ver con el intento de chantaje. Había sido idea de su padrastro y Miley se quedó tan horrorizada como el propio Nick.
Él la veía como una buscavidas de la peor clase y, a pesar de sí misma, los ojos de Miley volvieron a llenarse de lágrimas. ¿Cómo podría convencerlo de que era inocente? ¿Merecía la pena intentarlo siquiera?
-Gracias por el café, Latif.
-Enviaré un coche a buscarla. Mañana, si le parece.
-Volver aquí sería una pérdida de tiempo.
-El coche estará a su disposición todo el día.
Evidentemente, Latif quería que su hermano saliera de prisión. ¿Por qué sino se involucraba en el asunto? Miley volvió al hotel y cuando entraba, con los hombros caídos, Billy se acercó a ella.
-¿Qué ha pasado?
-Lo único que he conseguido es... una proposición indecente -suspiró ella.
-¿Y qué? ¡Tienes que hacer lo que haga falta para sacar a Trace de la cárcel!
Miley ni siquiera se molestó en contestar. Estaba acostumbrada a las salidas de tono de su padrastro. A Billy lo único que le importaba era Trace...
¿Y no debía ser eso también lo único que le importara a ella?
Su hermano nunca había sido demasiado brillante y él mismo se había metido en aquella trampa. ¿Cómo iba a sacarlo de la cárcel?, se preguntó. Pero si no lo hacía, se pondría enfermo, estaba completamente segura.
Agotada, llamó al servicio de habitaciones y pidió lo más barato de la carta. Después, se obligó a sí misma a enfrentarse con los hechos: su hermano estaba preso en una cárcel de Jumar y el príncipe no pensaba mover un dedo para sacarlo de allí. Nick estaba convencido de que ella era de la misma calaña que su padrastro y, le gustase o no reconocerlo, una mentira adolescente había sido el principio de aquel desastre. ¿Quién habría podido imaginar que una pequeña mentira pudiera acarrear tanto dolor?
Miley tragó saliva. Cuando conoció a Nick tenía dieciocho años, pero le dijo que tenía veintitrés. Nunca pensó que aquella infantil mentira pudiera desatar tan terribles consecuencias. La furia de Nick cuando descubrió la verdad fue memorable.
Deseando olvidar aquellos terribles recuerdos, Miley empezó a darle vueltas a la cabeza, pensando qué podía hacer para salvar a su hermano...
Aquella noche, su padrastro volvió a llamar a la puerta de su habitación, pero ella le dijo que no se encontraba bien. No era mentira, estaba tan angustiada que se sentía enferma. En la cama, se quedó escuchando la evocativa voz del muezzin llamando a la oración. Sin dejar de pensar cómo podría sacar a su querido hermano de la cárcel, se quedó dormida.
A las ocho de la mañana, con un vestido lila de algodón, miley  entró en la limusina que Latif le había prometido.
El día anterior no supo reaccionar ante la agresiva actitud de Nick. Él pensaba que era una buscavidas como su padrastro y quizá solo una explicación ablandaría al príncipe. Quizá entonces consideraría prestarle el dinero a Trace y olvidarse del pasado.
Aquella vez, la limusina entró por una puerta lateral de la fortaleza donde Latif la esperaba con expresión complaciente.
Después, la llevó a un despacho decorado de forma contemporánea y Miley respiró profundamente para darse valor. Elegante y sofisticado con un traje de chaqueta gris que destacaba sus anchos hombros y sus largas y poderosas piernas, Nick estaba hablando por teléfono al lado de una ventana. Como saludo, se limitó a inclinar levemente la cabeza.
Tomando asiento, Miley se dedicó a observar al príncipe, su perfil clásico, los largos dedos sujetando el teléfono móvil... Conocía cada rasgo del rostro de aquel hombre, los penetrantes ojos de color chocolate, el puente de su aristocrática nariz separando los altos pómulos, el mentón cuadrado, la apasionada línea de los labios.
El día anterior había sentido su magnética atracción de nuevo, pero la había pillado en un momento de debilidad. Eso era todo. Ella ya no era una adolescente enamorada, incapaz de controlar sus propias emociones y a merced de las hormonas y la fantasía. No volvió a salir con nadie, pero solo porque la relación con Nick había agriado su idea de los hombres.
-¿Por qué estás aquí?
Miley se volvió, sin sorprenderse por el tono beligerante.
-Creo que te debo una explicación por mi comportamiento el año pasado.
-No necesito explicaciones -replicó él-. Y no pienso escucharlas. Si piensas que voy a darte la oportunidad de seguir mintiendo, me subestimas...
-Pero...
-Es una grosería interrumpirme cuando estoy hablando -le espetó él entonces.
-No sería la primera vez que tú me interrumpes a mí -replicó Miley-. Pero supongo que estás acostumbrado a que las mujeres se tiendan a tus pies como alfombras para que tú puedas pisotearlas.
-Una alfombra es algo inanimado. Yo prefiero que mis mujeres se muevan.
Intentando no dejarse afectar por la grosera actitud del hombre, Miley buscó argumentos válidos.
-Nick, tengo que darte una explicación. No me diste oportunidad de hacerlo entonces.
-Si esa es la razón por la que estás aquí, sugiero que te vayas. Las lágrimas de cocodrilo no van a conmoverme. Cada vez que recuerdo tus mentiras, me pongo furioso.
-No eran mis mentiras. Eran las de Billy.
-Por favor, no intentes convencerme. Ayer te hice una oferta y esa es la razón por la que estás aquí. Solo una cualquiera aceptaría una proposición de tal naturaleza, así que deja de hacerte la inocente.
Miley, que solía ser una persona tranquila y paciente, se levantó de un salto.
-¡No voy a tolerar que me insultes!
-A mí me gustan las cosas claras. Al contrario que tú, desdeño la hipocresía.
-Me insultas con una proposición que ninguna mujer decente aceptaría y después te vanaglorias...
-Tú no eres una mujer decente. Mientes y engañas y no hay nada que no harías por dinero.
Miley tuvo que apretar los puños para no salir de aquel despacho. Debía pensar en su hermano, se dijo. Si no hacía algo, Trace moriría en aquella prisión.
-Mira, Nick. Todo empezó por una tonta mentira. Fue un error de juventud, pero yo estaba loca por ti...
-¿Loca por mí? -la interrumpió él, con expresión sarcástica-. Me dejaste por medio millón de libras. Estabas tan cegada por la codicia que hubieras aceptado cualquier cantidad.
Miley lo miró con ojos relampagueantes.
-¿Que yo te dejé por medio millón de libras? ¿De qué estás acusándome ahora?
Nick clavó sus penetrantes ojos en ella, su hermosa boca de granito.
-Fuiste una novia muy barata, desde luego. No tenías dote, pero conseguí librarme de ti por unas monedas.
Miley tuvo que volver a sentarse, atónita. Evidentemente, Nick le había dado ese dinero a alguien... un dinero del que ella no sabía nada. Y no tenía que pensar demasiado para saber quién había obtenido el medio millón de libras.
-¿Le diste ese dinero a mi padrastro?
-Te lo di a ti.
Como un rayo que rasgara la oscuridad, Miley recordó el sobre que Nick había tirado a sus pies tras la falsa boda. ¿Recordaba él que estaba hablando en árabe en ese momento? Ella había creído que en ese sobre estaban los papeles del divorcio. Y cuando por fin había salido de la embajada, con el corazón y el orgullo heridos, le había dado el sobre a Billy, asqueada.
«¿Estás satisfecho de haber destrozado mi vida? Quema esto... ¡No quiero volver a recordar este día mientras viva!», le había dicho a su padrastro.
Unas semanas después, se puso en contacto con su padrastro para pedirle esos papeles. Había pensado que los necesitaría para pedir una anulación en caso de que el rápido divorcio de los jueces de Jumar no fuera reconocido por las leyes británicas. Pero Billy se había reído en su cara.
«Eres tonta, Miley», le había dicho. «No fue un matrimonio legal. No fue consumado y él te repudió inmediatamente después de la ceremonia. Él guerrero del desierto solo estaba intentando protegerse a sí mismo. ¿Por qué si no insistió en que el matrimonio tuviera lugar en la embajada?» «No estás casada, nunca lo has estado».
Billy le explicó entonces que las embajadas estaban bajo jurisdicción del país al que representaban y Miley recordó que el hombre que dirigió la ceremonia solo hablaba árabe... Además, incluso el propio Nick dijo que la ceremonia fue una charada.
Apartando de sí aquellos tristes recuerdos, Miley se centró en el cheque que, supuestamente, estaba dentro del sobre. De nuevo, había sido una ingenua. ¡Le había dado un cheque de medio millón de libras a Billy Ray! Pero si el cheque estaba a su nombre... ¿cómo podía haberlo cobrado su padrastro? Porque no tenía ninguna duda de que lo había cobrado.
¿Qué había hechoBilly con medio millón de libras?
-Yo no sabía lo que había en ese sobre. Y tampoco sé por qué querrías darme dinero.
-¿No lo sabes? -preguntó Nick, irónico.
-No -contestó ella-. Y tampoco entiendo cómo tú, que te jactas de ser un caballero, puedes desear a la que consideras una mujer sin valores morales.
-Será una novedad.
-¿Mantener una relación con una mujer que no te quiere?
-Yo no he hablado de una relación.
Miley suspiró, agotada. Ella no era culpable de nada, pero evidentemente, Nick no la creía. Su único pecado era haber sido una ingenua, una adolescente locamente enamorada que hubiera hecho cualquier cosa para conseguir el amor de aquel hombre.
-¿No quieres una relación?
-Por supuesto que no. Solo serás mi amante. Hasta que yo quiera.
Miley volvió a levantarse de la silla, cada vez más furiosa, cada vez más incrédula.
-¿Cómo puedes hablar así? ¿Qué es esto, una mala película? No es más que una venganza ciega, infantil...
-Ciega, no. Yo nunca actúo sin calibrar las consecuencias -la interrumpió Nick, levantando una mano-. Ven aquí.
Miley dio un paso atrás. Era como si los separase un mar infestado de tiburones.
-No.
-¿No aceptas mi proposición?
-Por supuesto que no.
-¿Y qué va a ser de tu hermano? -preguntó Nick entonces, irónico.
Miley se mordió los labios. ¿Cómo podía estar pasando aquello? Era imposible.
-¿Qué va a pasar con Trace?
-Si aceptas, volverá a Inglaterra inmediatamente.
Ella sacudió la cabeza, incrédula.
-No soy lo que tú crees. No puedo imaginarme como la amante de nadie. No podría...
-Te subestimas, Miley.
Nick seguía con la mano extendida, los ojos brillantes y abrumadores.
-Si crees que voy a lanzarme en tus brazos cada vez que chascas los dedos...
-Tarde o temprano, lo harás. Tengo una paciencia inmensa.
Miley le dio vueltas a la cabeza. ¿Qué podía hacer? De repente, se le ocurrió algo. Si aceptaba, Trace volvería de inmediato a Inglaterra y allí Nick no podría hacerle nada. Solo tenía que aceptar la proposición y escapar de Jumar al día siguiente.
-¿Cuánto tiempo tengo para pensarlo?
-No tienes tiempo. Debes decidir ahora -contestó él-. Anoche no dormí. No podía dormir, ni siquiera después de darme una ducha fría...
-Pero si me odias... ¿Cómo puedes querer que sea tuya?
-¿Odiarte? Esa palabra es demasiado fuerte -sonrió Nick, acercándose como un depredador a su presa-. ¿Por eso tienes esa expresión de terror? ¿Esa fértil imaginación tuya está conjurando imágenes de látigos y calabozos medievales? ¿Crees que magullaría esa preciosa piel tuya? Gritarás de placer, no de dolor. En mi cama.
Miley se mordió los labios para no replicar como se merecía. Debía seguir adelante con su plan.
Nick le quitó el lazo que sujetaba su pelo y lo tiró sobre la mesa. Después, mirándola con ojos ardientes, pasó la mano por su largo pelo castallo.
-Eres tan hermosa...
Con una mano, apretaba su espalda, clavándola contra sus fuertes muslos. De repente, Miley no podía respirar.
-No...
-Estás temblando.
-Tengo frío.
-¿Frío? ¿A quién intentas engañar? Tú me deseas tanto como yo a ti.
-Nick, tienes que darme tiempo -dijo Miley, buscando una salida.
El aroma del hombre la envolvía como un afrodisíaco. Era como si el tiempo no hubiera pasado, como si volvieran a estar en Londres un año atrás. Aquel aroma tan familiar, tan especial, tan... él. La cabeza le daba vueltas, sus pezones se endurecían bajo el sujetador y sentía una sensación de lava entre las piernas. Pero ese no era el plan, se dijo, furiosa consigo misma.
Nick la besó entonces. Un beso lleno de pasión, ansioso, casi desesperado. Después, se apartó.
Miley parpadeó como si acabara de despertar de un sueño.
-Prefiero que mis momentos íntimos sean a puerta cerrada. Y no hay lugar más privado que el harén de Muraaba.
Miley lo miró, estupefacta.
-¿El harén?
-Ser la amante del príncipe de Jumar no es una gran ventaja -suspiró Nick-. Vivirás solo por mí y centrarás todo tu ser y tus pensamientos en mí. Ya puedes decirle adiós al mundo que conoces.
Miley tardó algún tiempo en recuperarse después de oír tamaña frase. Tendría que escapar de Jumar en cuanto le fuera posible. Aquello era de locos: harenes, mujeres que viven solo para un hombre... Era como volver atrás varios siglos.
Y había algo más que la tenía preocupada. A pesar de aquellas barbaridades, el abrazo de Nick la había hecho recordar otros abrazos, otros sueños... Pero era absurdo. Había estado muy enamorada de aquel hombre y quizá no estaba curada del todo. Pero lo estaría, se curaría de una forma o de otra.
-¿Crees que voy a meterme en un harén? ¿Has perdido la cabeza?
-En absoluto. Y como no puedo confiar en ti, tu hermano no saldrá de la cárcel hasta que te hayas trasladado al harén -dijo Nick, mirando el reloj de oro que llevaba en la muñeca-. Me temo que no tengo más tiempo. Un coche te llevará a palacio...
-¿Qué? -exclamó Miley, incrédula.
-Mis hombres ya se han llevado tus cosas del hotel. No volverás a ver a Billy o Trace  hasta que nuestro arreglo se dé por finalizado.
Miley decidió entonces que tenía material como para escribir un libro. Pero tendría que seguir adelante con el plan. Si Trace salía para Inglaterra aquel mismo día, ella encontraría la forma de escapar de Jumar como fuera.
-No puedes decir esa barbaridad en serio -murmuró, haciendo su papel.
Nick pasó a su lado y abrió la puerta, con una sonrisa letal.
-Crees que me conoces,Miley, pero te equivocas. 
Miley podía ver la limusina esperando en la puerta. ¿Para llevarla al palacio de Muraaba o al aeropuerto? Era su decisión. Y su decisión estaba tomada: aceptaría la propuesta de Nick para escaparse después.
«Crees que me conoces, pero te equivocas».
Desde luego, un año antes se había equivocado. Nick Jonas Miller le había parecido, además del hombre más atractivo del mundo, una persona buena, sensata, contemporánea. Esa idea se derrumbó el día de su boda.
Y todo por culpa de su padrastro, un hombre sin escrúpulos que haría lo que fuera por dinero. Semanas después de que Nick la hubiera abandonado, Trace había decidido que debían vender la casa, la única herencia que les dejó su madre.
-¿Te parece bien, hermanita? -una pregunta retórica, por supuesto.
Trace no quería saber que a su hermana se le rompía el corazón al pensar que iba a perder su casa. Y tampoco quería que le recordase que deseaba abrir una escuela de equitación y que, sin establo, también tendría que vender a su querida yegua, Delilah.
Pero Miley no estaba acostumbrada a pensar en sí misma. Nadie le había enseñado a pensar que sus necesidades debían estar por encima de las de los demás. ¿Cómo iba a discutir sobre la venta de la casa cuando sabía que a su hermano le hacía falta el dinero?
De modo que Trace había vendido la casa y la finca que la rodeaba con objeto de reunir capital para su nueva inmobiliaria. Le había prometido que compartiría con ella los beneficios y los habría compartido si la empresa hubiera salido adelante... 

2 comentarios:

  1. holaa soy cande y me encanta esta novela esperaba q subas otra y por fin la subiste gracias y no dejes de subir en especial con esta novela!!chau

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  2. hola! soy tu nueva lectora! me llamo agus! seguila que esta buenisima !!!!
    ••██████ ••••██████ ••••██████ ••••██████ atte:agus!

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