Nick estaba en el umbral, con una sonrisa en los labios.
-Quería darte una sorpresa.
Con una camisa blanca y pantalón de color caqui estaba magnífico. Tan espectacular como siempre.
-Buenas noches.
-Estás muy guapa en mi cama.
-Pensé que tenías otras «responsabilidades» más importantes que yo -sonrió Miley, pícara.
-Mañana tengo que volver al desierto. Pero no podía pasar la noche sin ti.
Las pupilas azules de Miley se dilataron al entrar en contacto con los ojos dorados del hombre.
Nick le quitó la novela de la mano y sonrió al ver un príncipe vikingo en la portada.
-Ah, ya veo lo que te gusta.
-Es solo para pasar el rato.
-Pero ahora estoy aquí.
-¿Y?
-Que yo soy mucho más accesible que el vikingo de la portada -sonrió Nick, tomándola por los hombros.
Miley decidió hacerse la dura. Solo un rato.
-Estoy cansada. Yo también he tenido que hacerme cargo de ciertas «responsabilidades».
-El hielo es un reto para los nacidos en el desierto -murmuró él sobre sus labios-. Tú sabes que estás deseando besarme.
Nick abrió sus labios con la lengua y Miley tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para no responder. Pero cuando la besó, con una pasión que traicionaba los verdaderos sentimientos del hombre, Miley recordó sus palabras: «Tengo que casarme de nuevo». Quizá una de las razones por las que debía casarse era porque tenía que cuidar de tres niños pequeños...
Haciendo un gran esfuerzo, Miley echó la cabeza hacia atrás.
-Anoche dijiste que debías volver a casarte.
-Así es.
-Entonces, admites que he sido tu mujer.
-Por supuesto.
-Entonces, fuimos realmente marido y mujer, aunque fuera durante un solo día.
-Claro.
Miley lo miró, sorprendida.
-Pero si has dicho que esa boda fue una charada.
-Yo no he dicho exactamente eso -dijo Nick entonces-. Dije que la ceremonia en esencia había sido una charada porque me vi obligado a casarme contigo. Pero nunca he dicho que no fuera un matrimonio legal.
-Entonces, ¿yo era tu esposa legal después de la ceremonia?
-Claro que sí.
-Billy me dijo que el matrimonio no era legal.
-No sé por qué dijo eso. Por supuesto que era legal. ¿Cómo has podido creer otra cosa? Yo no soy tu padrastro, soy un hombre de honor, Miley.
Ella lo miraba, estupefacta.
-El oficiante no hablaba mi idioma, de modo que no entendí nada. Además, Billy me dijo que la ceremonia no había sido más que una estratagema. Y luego tú dijiste que fue una charada...
-Esa es tu excusa para explicar que aceptaras el cheque -la interrumpió Nick.
-Yo no acepté cheque alguno, ya te lo he dicho. Ni siquiera abrí el sobre porque pensaba que era el documento de divorcio -replicó Miley, irritada-. El otro día, en la cueva, dijiste que yo debería haberte seguido a Jumar... dijiste que una verdadera esposa no habría salido de la embajada. En ese momento, no entendí porque lo que decías no tenía sentido...
-No veo por qué volvemos a hablar de este asunto -la interrumpió él.
Miley estudió su rostro, pensativa.
-Es hora de que hablemos seriamente, Nick. ¿Estás diciéndome que hace un año me habrías aceptado como esposa si te hubiera seguido a Jumar después de lo que pasó?
-No tengo una bola de cristal que me diga lo que hubiera hecho en unas circunstancias u otras. Así que esa es una pregunta que no puedo responder.
-¿No puedes o no quieres?
-Da igual -murmuró él, sin mirarla.
-A mí no. Por cierto, yo no noté que quisieras retenerme en la embajada.
-Claro que no.
-Estabas deseando librarte de mí. Sé sincero -le urgió ella.
-Estaba furioso contigo.
-Yo pensé que nos habíamos divorciado unos minutos después de la boda, así que no hubiera tenido ningún sentido que me quedara. ¿No te parece?
Nick sonrió entonces, pero en aquella sonrisa Miley vio una angustia que el hombre intentaba disimular.
-Quizá quieres ser mi esposa porque ya te has gastado el dinero.
-Ni siquiera voy a molestarme en repetir que yo no me quedé con tu dinero -suspiró ella-. Tú dejaste que me marchase de la embajada con el corazón roto.
-¿Por qué iba a detenerte? Entonces no intentaste defenderte como haces ahora. Simplemente, saliste corriendo con el sobre.
Demasiado tarde Miley se daba cuenta de cuál era el peor defecto de Nick ibn Zachir: una testarudez irritante en extremo. Había sido tan testarudo y tan orgulloso que la dejó marchar, sin detenerse a pensar que podría estar equivocado, sin darle una oportunidad de explicar nada.
-¿Qué otra cosa podía hacer si creía que te habías divorciado de mí y no sabía lo que había en ese sobre? Me juzgaste mal, pero podría haberte perdonado... El problema es que tú no puedes aceptar que te equivocas, Nick. Además de mentir sobre mi edad, algo que hacen todas las adolescentes del mundo y que no es ningún pecado, lo único que hice fue aceptar una propuesta de matrimonio. Una propuesta que me llenó de felicidad.
-Miley..
Ella hizo un gesto con la mano, demasiado herida como para mirar la cara del hombre.
-Me ofrecías lo que yo más deseaba en el mundo. Acepté porque te amaba... y porque quería ser tu mujer.
Nick apretó su mano, pero estaba temblando.
-Ninguno de nosotros puede cambiar el pasado.
-Solo tengo una cosa más que decir -dijo Miley entonces-. Tú sabes tanto del amor como yo de gobernar un país, así que no te engañes a ti mismo. Tu caballo tiene más sensibilidad que tú, Nick. Billy intentó engañarte y eso te puso furioso porque a ti, el príncipe de Jumar, no te engaña nadie. De modo que lo pagaste conmigo. Y sigues haciéndolo. ¿Crees que no sé que puedo marcharme cuando quiera? ¿No te das cuenta de que estoy aquí no para cambiar el pasado sino para crear un futuro? ¿Tan obtuso eres, Nick?
El silencio que siguió a aquello podría cortarse con un cuchillo.
-¿Has terminado?
-Sí -asintió ella, cansada. No tenía más ganas de hablar, ya lo había dicho todo. Aquel hombre no perdonaba nunca. Solo le importaba su orgullo. Estaba convencido de que era una buscavidas y lo peor, la había dejado marchar sabiendo que era su mujer.
-Si hubiera descargado mi furia con tu padrastro... lo habría matado con mis propias manos. Y no por el intento de chantaje, sino por hacer que te viera como lo que eras realmente. Yo pensé que me amabas de verdad.
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