sábado, 10 de marzo de 2012

El Regreso cap 9






-No me refiero a hacerlo aquí -rió Nick.
. La bajó de la mesa y la condujo hacia la puerta por la que había aparecido él un rato an­tes. A ella le flaqueaban las piernas, sentía todas y cada una de sus células vivas por la tensión sexual. Sus pisadas retumbaron al cruzar otra amplia estancia de columnas de mármol, lám­paras de cristal y enormes cuadros. Nick abrió una puerta que daba a una espectacular es­calinata que conducía al primer piso.
Al llegar arriba, Nick la hizo pasar a una habitación que parecía un hangar, un hangar con una cama. Una cama enorme coronada por un gran dosel dorado desde el que colgaba una tela exquisita.
  -Aquí podrás ser la princesa de tu cuento de hadas.
  -Estar aquí contigo ya es bastante –contestó ella.
Nick la miró entre las pobladas pestañas de una manera tremendamente sensual. Le puso las manos en los hombros y le dio la vuelta con delicadeza. Al bajarle la cremallera del vestido, ella se quedó sin respiración. La luz entraba a raudales por las cristaleras. Sintió vergüenza, pero no quería correr a cerrar las cortinas y dejar la habitación a oscuras.
  Comparó el cuerpo voluptuoso de Annabel con el suyo, mucho más escurrido. En su obse­sión por esconder lo que a ella le parecía un cuerpo imperfecto, había olvidado lo único que realmente importaba Nick se había casado con ella, la había elegido a ella, no a Annabel Stavely.
Sintió que le bajaba una manga y dejaba uno de sus hombros al descubierto. Miley cerró los ojos con fuerza.
-Santo cielo... –murmuró Nick-. Me muero por ti... cara.
Le agarró el pelo y se lo levantó dejando que su experta boca recorriera la nuca de Miley.
 -Ah...
-Te va a encantar -le prometió él.
Su voz la atontaba. Dejó escapar una excla­mación cuando el vestido cayó al suelo. Luchó contra el instinto de taparse con los brazos. Sen­tía los pezones que se le clavaban en el sujeta­dor. Sabía que se moría de deseo y comenzaron a fallarle las piernas.
-Lo estás haciendo muy bien -le dijo Nick-. Estás como un caballo de carreras a punto de saltar, pero sigues aquí.
-Sin vodka -susurró ella intentando imitar su sentido del humor, pero con la voz temblorosa.
-Abre los ojos, cara -le indicó él quitando de en medio la ropa que estaba en el suelo- Disfruta viéndome mirarte.
Estaba yendo demasiado lejos demasiado rá­pido. Miley sabía que tenía el pecho pequeño, unas caderas un poco rellenitas para el resto del cuerpo y unas piernas de lo más normales.
-¡No puedo!
-¿Prefieres dormir sola en esta habitación esta noche?
-¡No! -gritó con fuerza abriendo los ojos.
-Lo conseguí... -comentó él con satisfacción mirándola a la cara. Miley estaba sonrojada- Te he engañado. No ibas a dormir sola aunque qui­sieras. "
-¿Ah, no? -preguntó ella enarcando una ceja. .
Nick la agarró en brazos y la depositó en la cama. Miley se quitó los zapatos y tiró de las sábanas para taparse.
-No, no -dijo él echando la ropa de cama a un lado-. Menuda reacción más tonta, ¿verdad? Ya sabes que la falsa modestia no va conmigo, cara.
En vez de quedarse tumbada en bragas y su­jetador, Miley se agarró las rodillas con fuerza e intentó decir algo gracioso.
-Yo, yo, bueno...
-No digas nada -dijo él divertido-. ¡Puede que a ti no te guste tu cuerpo, pero a mí me en­canta!
Ella lo observó y volvió a sentir que se derre­tía. No puso demasiada  atención en lo que había dicho, pero le quedó claro que la deseaba. Ha­bía sentido su excitación contra su cuerpo, la prueba física de su deseo. Lo vio quitarse la ca­misa. Bajó la mirada, pero se sentía tan atraída por su belleza masculina como siempre. Nick no tenía vergüenza.. Miley adoraba aque­lla decisión que emanaba, no como ella.
Cuando él se bajó la cremallera dejando al descubierto la tripa dura cruzada por una hilera de vello, Miley sintió una punzada de deseo. Aquel hombre era todo energía e intensi­dad. Nick apartó los pantalones. Ella ob­servó su espalda, morena, sus caderas, sus cal­zoncillos, sus muslos cubiertos de pelo. A diferencia de cómo había hecho otras veces, no desvió la mirada. En realidad, sentía una brutal curiosidad por verlo completamente desnudo, aunque le daba vergüenza que él se diera cuenta.
Nick se quitó los calzoncillos y ella sin­tió que la cara le ardía. Su erección la intimi­daba, pero de una manera cálida, que la hacía estremecerse. De repente, se sintió avergonzada de su propio deseo y bajó la cabeza. Lo único que veía eran los pies de Nick, que se acer­caban a la cama.
Sintió el peso de su cuerpo en el colchón. Se­guían en silencio y ella seguía con la cabeza en­tre las rodillas.
-Eres una tramposa -dijo él echándola hacia atrás y recostándola sobre las almohadas.
-¿Cómo? -dijo ella desconcertada.
Nick puso una pierna entre las suyas y la mantuvo allí, bajo su peso. Le pasó un dedo por el labio inferior.
-Te he visto mirándome -lo tenía a unos mi­límetros, Se puso roja como un tomate y se le secó la boca- Y... me parece que te ha gustado lo que has visto.
-No...
-¿No? -preguntó él irónico.
-Quiero decir, sí, pero...
-Nada de peros -contestó besándola dulce­mente. Lo único que conseguían aquellos besi­tos era que su cuerpo se impacientara. Ella que­ría más y se revolvió bajo su peso.
-Dime que me deseas -dijo Nick.
 -¿Qué? -dijo ella aterrada.
-Quiero oírlo... -dijo él tirando su sujetador.
Se lo había quitado sin que se diera cuenta.
-¡Nick!
-No, cara... -dijo agarrándola de las muñe­cas antes de que le diera tiempo de taparse los pechos- Eres preciosa... eres muy bonita y yo necesito mirarte tanto como te gusta a ti mi­rarme a mí.
Miley tembló y se sintió horriblemente vulne­rable. Se miró los pechos, pálidos, con los pezones rosados vergonzosamente en punta. Enton­ces, vio que él estaba mirando lo mismo como un tigre hambriento, con una mirada tan intensa que se sorprendió. Le había soltado las muñe­cas, pero ya no sentía la necesidad de taparse. Lo miraba fascinada. Arqueó ligeramente la es­palda y movió las caderas. Se sentía como una extraña, una mujer seductora bajo una mirada masculina tan erótica.
Solo la estaba mirando, pero aquello bastaba para que se abrasara por dentro. Nick levantó una mano y la posó en su sensible piel. Bajó la cabeza y le rozó el pezón con la punta de la len­gua haciendo que el cuerpo de Miley respondiera.
-¡Te deseo! -gimió ella invadida por oleadas de apetito sexual.
Nick la recompensó con una sonrisa lo­buna que hizo que se le saltara el corazón y que la llenó de amor al tiempo que se derretía.
-Eres toda mía -dijo él en un hilo de voz- Eres la única mujer con la que he estado que solo ha sido mía. Eso me excita.
Su boca se encontró con la de Miley con una pasión que ambos necesitaban. Con los latidos de su corazón retumbándole en los oídos, Miley gimió cuando él la acarició los pechos y ella hundió sus dedos en su pelo. Todo lo que le daba aquella boca le parecía poco. Se arrimó a él, sin prejuicios, dejándose llevar.
-Por favor... -rogó sin voz deseando volverlo a besar.
-Has cambiado mucho -gimió con la respiración entrecortada. Con manos impacientes, le quitó las bragas.
Miley nunca se había sentido tan desnuda y no era por la luz del día. La anticipación de lo que iba a suceder la embriagó. Él la arrojó de espaldas contra .las almohadas mientras su boca y su lengua recorrían sus pechos con una maestría que ella desconocía. Aquello la volvió loca. .
-¡Nunca creí que te vería asi... muerta de de­seó por mí! -exclamó él- Miley... MILEY...
Al oído decir su nombre gimiendo, sintió to­davía más calor. Nunca había sentido aquella fiebre que la abrasaba. Con seguridad, él bajó una mano hasta la humedad de su cuerpo, lo que hizo que Miley gritara de placer.
Sus ojos se encontraron. Nick observaba todas y cada una de sus reacciones. Por un mo­mento, la mente de Miley intentó retomar el con­trol, pero le fue imposible.
-No... no puedo evitarlo -dijo sin saber si se estaba disculpando y por qué.
-Lo sé...
Su cuerpo se consumía por la pasión, com­pletamente controlado por sus expertas caricias, que se estaban convirtiendo en un tormento por­ que quería mucho más. El deseo era tan grande que la estaba devorando viva.
-Por favor... -rogó.
Con un movimiento delicado, Nick se puso sobre ella con la misma ansia. Se miraron a los ojos y, al sentir su penetración, gimió y ex­perimentó una sacudida brutal. Estaba disfru­tando tanto que, por un momento, temió desma­yarse de placer. La respuesta de su propio cuerpo estaba siendo espectacular. Nick la llevó a alturas que ella desconocía. Conmocio­nada por la intensidad que la desintegraba en un millón de partículas, sollozó y se volvió a dejar llevar de nuevo. 

Miley tenía los ojos llenos de lágrimas. Es­taba sorprendida. Nunca se había imaginado que fuera capaz de sentir tantísimo placer.
Nick se apartó y la abrazó. La besó sin parar y la miró. .
-¿De verdad que hace cinco años no te dabas cuenta de que nos faltaba algo?
-¿Quieres decir que... es siempre así? -gi­mió.
-Muchas veces, pensé en ponerte alcohol en el zumo de naranja para que te dejaras llevar en la cama, pero sabía que no me lo perdonarías -contestó Nick acariciándole las mejillas- No te relajabas, tenías tantos prejuicios. Heriste mi ego masculino donde más duele. La única mujer a la que no era capaz de satisfacer era a mi propia esposa...
-Yo estaba feliz con... bueno... ya sabes -murmuró ella. ¿Cómo iba a saber entonces que había más? Recordó el placer de entonces, que palidecía en comparación con lo que acababa de experimentar. Recordó que le gustaba más el principio que el final y vagos sentimientos de insatisfacción, pero le parecía normal. Desde el principio, había asumido que hacer el amor era más satisfactorio para él que para ella.
Sin embargo, había sido algo más. Desde el principio, se había sentido como una intrusa en aquella casa, aquella familia la consideraba una pobrecilla y también estaba Annabel, la ex no­via que no paraba de recordarle que era de una clase social más baja. Entonces, había culpado a Nick de su infelicidad y había decidido no sobreponerse a sus prejuicios sexuales.
  Nick se arrimó a ella, haciendo que ella sintiera todo su cuerpo.
  -El sexo era un tema tabú. Una vez me di­jiste que ya era suficiente con tener que practi­carlo como para, además, tener que hablar de ello -le recordó él.
  -No le daba importancia... no lo entendía -confesó en voz baja. Lo besó en el hombro, completamente arrepentida. Cuánto lo quería. Y pensar que había estado a punto de perderlo. Le estaba plenamente agradecida por haber deci­dido volver con ella y darle otra oportunidad.
-El pasado está olvidado -dijo él.
De repente, Miley sintió la necesidad de pre­guntarle si era cierto que había pensado en divor­ciarse de ella, como había sugerido su familia. Dudó, no sabía si podría aceptar una respuesta afirmativa al respecto. Si le decía que sí, tal vez sintiera que estaba en período de prueba. No, era mejor no preguntar ciertas cosas.
Nick la sacó de sus pensamientos abra­zándola. Se puso bajo ella con delicadeza para que Miley sintiera su renovada erección.
-Cuando te dije que no iba a caer sobre ti como un animal hambriento de sexo, era men­tira... me estaba volviendo loco -confesó Nick-. ¡Llevaba tanto tiempo sin hacerte el amor que no arrancarte la ropa el primer día en la limusina fue todo un reto!
-¿De verdad? -dijo ella sonrojándose y sin­tiendo un repentino deseo. Él la besó y Miley volvió a dejarse hacer con aterradora facilidad.
-No quería asustarte... quería jugar, quería que tuviéramos que esperar...
-Se acabó esperar -dijo ella jadeando
Basta de juegos.
Nick, con toda su sangre italiana, la ob­servó y se dio cuenta de que Miley estaba fuera de control. Mientras la tocaba, el placer lo fue invadiendo todo.
Una hora más tarde, después de haberse sa­ciado Nick anunció con energía que tenía hambre y llamó al servicio para que les llevara algo.
-Servicio como en casa... ya veo bromeó – Miley agarrando el amplio albornoz que él le ha­bía dejado sobre la cama.
  -Obviamente, no te gustaban ese tipo de ser­vicios... -dijo él con el ceño fruncido.
  -¿ Qué quieres decir? -dijo ella percibiendo su tono de censura.
-Bueno, vamos a ver... -contestó él seca­mente- ¡Te quitaste mi apellido, te fuiste de casa de mi familia y preferiste vivir de la cos­tura! Eres profesora. Si tenías que trabajar, ¿por qué no lo hiciste de profesora, algo más apro­piado para tu clase social?
  Miley estaba rígida. Se anudó el cinturón del albornoz, salió de la cama y lo miró enfadada.
  -¡Eres un esnob!
  -¡Por supuesto que no! -le espetó Nick-. Al rechazar la ayuda de Joe, también recha­zaste todo lo que yo te di...
-¿ Tu apellido ilustre? -preguntó ella furiosa. Estaba tan enfadada que estaba temblando- ¿Tu horrible familia? ¿Qué me diste? ¡Un montón de joyas, un coche ostentoso, muchas tar­jetas de crédito! Aquello no me hacía feliz.
-¿Ah, no? -dijo él apretando los dientes.
-No, no era feliz allí. ¡Lo aguantaba porque te quería! -contestó con los puños apretados- Cuando desapareciste, habría sido como ser una fulana... Si hubiera intentado encontrar trabajo de profesora, habría tenido que decir quién era y estoy segura de que no me lo habrían dado. La gente te trata como a una leprosa cuando tu ma­rido ha desaparecido...
-Basta ya de melodramas.
-No, tú no sabes lo que tuve que pasar. La gente no sabe qué hacer con una mujer en mi situación. ¡Les aterra que te vayas a ir abajo y les vayas a poner en un compromiso... aun­que prefieren eso a que les cuentes con pelos y señales tu dolor! -dijo furiosa- Quería intimi­dad y la única manera de conseguirlo era ga­narme la vida en algo que no llamara la aten­ción.
-¿ y no podías haber elegido otro trabajo?
-¡Te advierto que me gano la vida muy bien! y volveré a hacerlo si te pasas de la raya.
En el silencio sepulcral que siguió a aquella amenaza, llamaron a la puerta Miley se dio la vuelta y salió a uno de los balcones. Con manos temblorosas, se apoyó en la balaustrada de pie­dra y miró las estrellas. La luna se reflejaba en el lago. Tomó aire y se dio cuenta de que aque­lla furia que había salido de la nada era la ten­sión acumulada. ¿Cómo iba a estar bien si la es­taban chantajeando y, en cualquier momento, podía perder al hombre que quería? Debía con­tarle lo de Mark y Ashly.
-Durante la rueda de prensa, comentaron va­rias veces que preferiste ganarte la vida por tu cuenta -oyó decir a Nick a su espalda.
-¿La prensa ya ha descubierto dónde vivía, lo de la tienda... ? -preguntó descorazonada.
-Sí... ven a cenar -le aconsejó Nick-. El esnobismo no tiene nada que ver con esto...
-¿No?
-No. Lo que me molesta es lo poco que tar­daste en darle la espalda a nuestra vida, a todos los que tenían algo que ver conmigo. Si a mí me hubiera ocurrido lo mismo, yo habría hecho justo lo contrario.
Miley sintió que los ojos se le llenaban de lá­grimas. No podía ocultarle la verdad. Si su fa­milia no la hubiera hecho la vida imposible, ella se habría quedado viviendo allí. Buscó refugio en sus brazos como un pajarillo. Aspiró su olor.
-Perdona por haberte hecho pasar tal ver­güenza en la rueda de prensa... .
-Dio mio, cara... no soy tan sensible. Des­pués de lo de Montavia, soy de acero - contestó él mirándola-. ¡Puedo aguantar todo, a no, ser que me digan que te ganabas la vida haciendo la calle
-y que tuve un tórrido romance a los pocos meses de que desaparecieras?», pensó mientras él la conducía dentro.

4 comentarios:

  1. Siguela !!!! Está muy buena :) Ya quiero saber que va a pasar :D Cuídate, bye c:

    ResponderEliminar
  2. seguilaaaaaa!!!! que me quiero leer el siguiente capiss plis no la dejes ahi!!!! me encanto el capisss

    ResponderEliminar
  3. ahhhh me encanto me encantoo tienes que seguirla pliis ahhh no me mates si no te matoo yo a tiii ahhhhh

    ResponderEliminar
  4. WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOW!!! ESTUVO BUENISIMO!! SEGUILAAAAA!! , BESOTESS Y ESPERO EL PROXIMO CAPI PRONTO :D

    ResponderEliminar

Lindos coments